Los muy solos y la muy acompañada

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Alejandro Castañeda

afcastab@gmail.com

MUY ACOMPAÑADA.- Se difunden demasiado las cambiantes andanzas amorosas de esas señoras querendonas y bien terminadas, como Wanda y La China. Pero ahora el árbol del querer engloba una compleja contingencia de hojas variadas y nidos usurpados que se encargan de darle otra textura al estilo amoroso de estos días.

Se conoció esta semana que el nuevo marido de Jésica Cirio habría planeado operativos siniestros, aunque ella parece estar muy preparada para hacer rentable sus desencantos. Es una mujer que organiza muy bien sus duelos amorosos. Elías Piccirillo, su actual esposo, sería el estratega de una trama tenebrosa, con droga, falsa denuncia y complicidad policial. Cirio, una vez más, se llamó a silencio. Es una linda señora, a veces víctima y a veces beneficiaria de sus elecciones y abandonos. Estuvo casada con Martín Insaurralde, el que se llevó mar adentro a su secretaria preferida y su despacho de ministro. Todos saben que en el amor siempre hay riesgos. A Jésica sin duda le atraen los platudos dudosos. Elige parejas investigadas y tiene un tinder de enjuiciados para seleccionar sucesores.

Uno se enamora de lo que puede. Pero a ella siempre le llega un flechazo de estos fundamentalistas de la mujer exhibida como dinero negro. Jésica asume a esos amantes sospechados de una manera genérica y vocacional. Y le debe agregar adrenalina extra a eso de hacer el amor imaginando la llegada de un allanamiento sorpresivo en pleno zarandeo. Los que conviven con ella deben dar fe que aportarán amores gravosos que juegan a las escondidas entre millones, estafas y mafiosos.

Quince años atrás, cuando el ex obispo Fernando Lugo era presidente del Paraguay, la llevó un fin de semana a la residencia presidencial. Y a partir de ahí Cirio se dio cuenta que la excitaban más los despachos que las camas. En Paraguay, donde el ex obispo se vengó en poco tiempo de su falso celibato, trascendió que Lugo, después de probarla un fin de semana, la había elegido como nueva compañera. Su decisión ponía en primer plano la pretensión muy presidencial de abandonar a las necesitadas para dedicarse a las ofrecidas.

MUY SOLOS.- Tras nueve meses varados, Butch Wilmore y Suni Williams regresaron a la Tierra en la cápsula Dragon de SpaceX. Ambos astronautas de la NASA habían llegado a la Estación Espacial Internacional en junio de 2024. Problemas de propulsión y fugas de helio obligaron a extender su estancia en el espacio mucho más tiempo del previsto.

La vuelta a casa después de permanecer en plena nada durante nueve meses mostró huellas imborrables y no sólo en esos cuerpos, que se quejan por ese embarazo de inmovilidad y distancia. Son héroes de la desolación, presos de la ilusión y la espera. Días flotando en ese hábitat sin gravedad y avizorando entre sueños ese planeta que los estaba esperando para reencontrar sus cosas de siempre. Aunque confiaban en su rescate, también la posibilidad de alguna falla convivía con ellos en esa larga estadía coloreada por monotonía, ruegos y silencio. La música celestial es una cosa que se apagó con el rugido de las primeras naves espaciales. El Universo se ha quedado mudo, pero sigue girando, indiferente, interminable y repetido. Sin urgencia, pero sin descanso. Hemos llenado el espacio de esa chatarra de la NASA que gira para siempre en los caminos de la nada, y, como dijo el poeta, “tras los cristales de esos inmensos cielos en los que nadie escucha el rumor de la vida”. Seguramente en su larga convivencia, cuando hasta los secretos se han agotado, acabaron descubriendo que el Universo es aburrido. Y como aconsejaba Pascal, que el hombre está mejor en casa. Habrá sido emocionante cuando avistaron ese puntito lejano que venía a buscarlos. Una proeza salvadora en un paisaje que quizá estrenó su primera lágrima. Tal vez Butch y Suni hayan podido conmoverse, en su largo no hacer nada, con la desesperanzada oración que dejó Carl Sagan: “Nuestro planeta no es más que una solitaria mota de polvo en la gran envoltura de la oscuridad cósmica. Y en nuestra oscuridad, en medio de esa inmensidad, no hay ningún indicio de que vaya a llegar ayuda de algún lugar capaz de salvarnos de nosotros mismos”.

Jésica asume a esos amantes sospechados de una manera genérica y vocacional

 

 

jesica cirio
Elías Piccirillo

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