En La Plata hay muchos policías en las oficinas y pocos en las calles, en medio de una ola de inseguridad que mete miedo

Se sabe que nuestra ciudad, como capital provincial, es sede de un sinnúmero de dependencias de seguridad, bajo las que organiza, brinda y monitorea el servicio. Pero no siempre tener más significa ser mejor. Los vecinos están preocupados por la intrincada estructura que lucha contra el delito. La calidad operativa y la prevención, en el centro del debate  

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En La Plata se da una situación muy paradójica en materia de seguridad. Siendo la capital provincial y, sede de un conglomerado de dependencias que parece multiplicarse por metro cuadrado, la Policía tiene dificultades para contener la ola de robos, que azota a los vecinos. La realidad es simple y se advierte: hay más policías en las oficinas que en las calles platenses cuidando a los ciudadanos. 

Se sabe que la preocupación por esta situación encabeza cualquier encuesta pública o de ocasión. Esas que surgen espontáneamente en las esquinas, en un bar o en una charla entre dos o más personas, que sufren la Ciudad en medio de esta realidad que conjuga violencia, descontrol y delito.

Sacando la Estación de Policía Departamental de Seguridad La Plata y la Superintendencia Región Capital de la que depende (ambas funcionan en el edificio sobre la calle 12 entre 60 y 61), la Dirección Departamental de Investigaciones La Plata, la UPPL (Policía Local) y la base del Comando de Patrulla, que en City Bell tiene una subsede, son 17 las seccionales existentes en la actualidad, que están repartidas entre el Casco Urbano y la periferia.

En el primer grupo podemos mencionar las comisarías primera, segunda (dentro de su jurisdicción funciona la destinada exclusivamente a La Mujer), cuarta, quinta y novena. Todo lo demás, está puertas afueras, del otro lado de la Circunvalación.

Claro que a esa organización administrativa se le deben sumar varias subcomisarías, destacamentos y hasta módulos operativos, que no son más que pequeños containers, los cuales, con suerte, cuentan con un baño químico adosado. Después, una silla y nada más. Sin computadora, internet ni móviles disponibles, salvo un llamado de emergencia desde el celular del propio efectivo, que le toque en suerte -o en desgracia- “pasar la noche en vela”.

También se cuentan con distintas unidades tácticas, que se asentaron en los sectores considerados picantes o más peligrosos, como el Grupo Halcón y la Fuerza Barrial de Aproximación (FBA). O el propio Grupo de Ayuda (GAD), que se utiliza para intervenciones de emergencia.

La División Motorizada tampoco puede quedar de lado, más en estos tiempos donde los motochorros parecen ser dueños del territorio, como el Centro de Operaciones Municipal (COM), con sus patrulleros y casetas diseminadas por distintos espacios públicos. Hasta hacen rondines a caballo.

En este análisis deben ser incorporadas las laberínticas oficinas y dependencias existentes dentro del edificio del Ministerio de Seguridad bonaerense, comprendido entre las calles 2 a 3 y 51 a 53, ya que, por razones laborales, una buena porción de los 96 mil policías que tiene la fuerza transitan por los distintos barrios platenses.

No es para menos. Ya que dentro de esa histórica construcción interactúan las subsecretarías de Formación y Desarrollo Profesional; Planificación e Inteligencia Criminal; Articulación Institucional de la Seguridad; Coordinación y Logística Operativa; Emergencias; Participación Ciudadana; Tecnologías Aplicadas a la Seguridad; Promoción de la Salud y el Bienestar policial; Fiscalización y Control del Interior; Fiscalización y Control Policial del AMBA y Capital; Gestión de Registros y Seguridad Privada y Técnica, Administrativa y Legal.

Además se cuentan la APREVIDE, el REBA, el Repar, Asuntos Internos y las múltiples reparticiones que se instalaron por el Bosque (Infantería, Caballería, Drogas Ilícitas, Bomberos, Delitos Sexuales, Delitos Complejos y Crimen Organizado, entre otras).

Por eso, a simple vista, la Ciudad parecería estar bien resguardada. Sin embargo, lo que debería ser una barrera contra la criminalidad, se ha convertido en un escenario donde las conductas antijurídicas se normalizan como parte del paisaje urbano.

Es la apuntada sensación de que a veces “más es menos” o, dicho de otra forma, “tener más no significa ser más eficiente”.

A todas luces, al margen de que alguna vez se debería poner en foco las razones de semejante estructura y los millones que requiere su sostén, la cantidad de recursos invertidos en seguridad no implicó una baja en el índice delictivo.

Hay robos bajo todas las modalidades; tráfico de drogas, como lo reconocieron desde la propia Comuna y hasta asesinatos.

En ese contexto, los vecinos se sienten atrapados en una constante sensación de vulnerabilidad.

Los expertos en criminología y, otras experiencias internacionales, coinciden en que la sobreabundancia de dependencias no es sinónimo de mayor seguridad.

Si bien siempre hacen falta recursos, el sistema en su conjunto, tal como lo conocemos en la actualidad, está en tela de juicio y muchos se preguntan si no debe hacerse mayor hincapié en una mejor capacitación del personal y en las tareas de índole preventiva.

En tela de juicio
La estructura policial para el combate del delito es enorme y su funcionamiento requiere de cifras millonarias. Hay comisarías, subcomisarías, destacamentos y otras sedes policiales, que están desparramadas por toda la Ciudad, aunque eso no es sinónimo de mayor seguridad.
Capacitación
Al margen de la cantidad de edificios pertenecientes a la fuerza de seguridad provincial, los expertos ponen de relieve la deficiente capacitación que reciben los agentes, lo que sí redunda directamente en la calidad del servicio. A veces tener más no implica cumplir el objetivo.
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