Ruidos molestos y la amenaza de una tragedia
Edición Impresa | 27 de Marzo de 2025 | 02:46

La tarde caía sobre la ciudad, y con ella, la tranquilidad de tres efectivos de la Guardia Urbana que, sin saberlo, estaban a punto de enfrentar el horror en su forma más brutal.
A las 19.10 del martes pasado, una denuncia por ruidos molestos los llevó a 134 entre 442 y 443. Lo que parecía una simple intervención, se transformó en un espeluznante episodio, que los dejó cara a cara con la muerte.
Al llegar al domicilio señalado, una vivienda de dos plantas, blanca y con un portón negro, el estruendo de la música alta confirmaba la denuncia. Desde el interior emergió un hombre, su silueta recortada contra la luz del atardecer. Vestía un conjunto deportivo y, al moverse, dejó al descubierto un arma negra en su cintura.
Al ver esto, una de las oficiales descendió de la patrulla para advertir a su compañero que ya había bajado para intentar entablar conversación con esta persona con el objetivo de que depusiera su actitud y dejara en paz a sus colindantes.
La agente, que buscaba prevenir una dramática escena, terminó sujetada con fuerza por este sujeto que, en un solo movimiento, colocó el cañón del arma contra su cabeza. El metal frío se hundió en su piel, y su voz, oscura y amenazante, dejó caer una sentencia de muerte: “Los voy a llenar de plomo”.
El terror se apoderó del ambiente. Sus compañeros quedaron petrificados, con los corazones desbocados, sabiendo que un movimiento en falso podía desencadenar la tragedia. La oficial, con la respiración entrecortada, sintió cómo la vida se le escapaba. No había dudas en la expresión de su captor. “Estaba segura de que iba a matarme”, diría más tarde, con los ojos aún empañados por el miedo cuando le tocó radicar la denuncia.
La tensión era insoportable. Uno de los guardias intentó negociar, suplicando al hombre que depusiera su actitud. Pero el agresor permanecía inmóvil, con los dedos crispados sobre el gatillo. El tiempo se dilataba, y cada segundo era una eternidad. Fue en un instante fugaz, un parpadeo de suerte, que la oficial logró zafarse con un movimiento desesperado.
Corrió con todas sus fuerzas hacia la camioneta. Su compañero la siguió de inmediato, y juntos se lanzaron dentro del móvil municipal y abandonaron la escena, dejando atrás la sombra de la muerte que casi los atrapó.
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