La literatura, ¿con más amor a los gatos que a los perros?

Un reel en Instagram. El ser humano frente a las mascotas, que vienen marchando cada vez con mayor grado de presencia. ¿El Centro de nuestra ciudad es más felino que perruno?

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Por MARCELO ORTALE

marhila2003@yahoo.com.ar

Hace pocos días se publicó en Instagram un reel con un perro y un gato como actores separados. El perro mirando a la cámara reflexiona: "Tengo un amo que  me da de comer, que me ofrece un techo y me quiere...Mi amo debe ser un dios". A continuación la cámara muestra a un gato que reflexiona:  "tengo un amo que me da de comer, que me ofrece un techo y me quiere...Yo debo ser un dios".

Se trató de una ajustada síntesis para conocer una de las diferencias más radicales entre perros y gatos. El primero es un creyente de lo humano, obsequioso y algo dependiente. El segundo es un escéptico ensimismado, un insurgente frente a la condición humana.

La literatura osciló desde siempre al observar y describir a estos dos modelos. Los perros aparecen dibujados como lo que son, amigos del hombre. Ahora, si se revisa, desde la Antigüedad muchos escritores se vieron fascinados por las complejidades felinas, por ese estilo más distanciado y soberbio de los gatos.

El gato es como un rey que lleva una corona invisible, un emigrado de algún reino desaparecido, cuya capital pudo encontrarse hace siglos en Estambul, que sigue siendo la “ciudad mundial de los gatos”. En ese lugar de ensueño, junto al cristalino Bósforo, todavía hoy se deslizan los gatos por los techos, calles y plazas y los residentes los alimentan y cuidan como si fueran ciudadanos ilustres.

Pero surgen otras diferencias también, sobre todo más cerca nuestro y en esta nueva modernidad. “En La Plata los gatos tienden a tener más aceptación que los perros en el Centro, porque la mayoría de la gente vive en departamentos y es más fácil tener allí un gato que un perro. En cambio los perros son más en los barrios, donde hay casas y más espacio”, dijo el propietario de una casa de Diagonal 80 que vende productos para mascotas.

Esto podría significar que en los centros de las ciudades hay más enigmas irresueltos, más metafísica en cuatro patas, más de la compleja psicología gatuna. Y en los barrios, en cambio, más juegos y ladridos, más alegría básica, menos introspección.

En el mercado mundial de mascotas los perros siguen vendiendo más que los gatos, pero ambos primerean en el ranking de ventas. Estados Unidos sería el país que tiene más perros, estimándose que hay 65 millones. Y para no ser menos que en la política, Rusia sería el país que tiene más gatos.

Borges con su gato Beppo / Web

LOS ESCRITORES GATUNOS

Antes de hablar de los escritores gatunos, debe señalarse que el perro tiene en el novelista estadounidense Paul Auster, a un protagonista canino que, además es el impulsa el relato, llamado Mister Bones.

La novela Tombuctú de Auster cuenta la historia de un perro que se queda solo, sin el apoyo y la conducción de su dueño. Lo extraordinario es que el relato, en primera persona, queda a cargo del perro Mister Bones. El lector se entera de lo que ocurre a través de la atribulada memoria del perro abandonado.

Entre los autores nacionales hay dos –que son dominantes en las últimas décadas- como Julio Cortázar y Jorge Luis Borges con textos inolvidables inspirados en los gatos y dedicados a ellos.

Cortázar tuvo un gato en su casa de París, al que le puso el nombre del filósofo alemán Teodoro W. Adorno. El gato de Cortazar, según lo cuenta, miraba durante largos minutos y encontraba puntos invisibles y significativos en el aire. Era también un gato cronopio, capaz de desentrañar nimiedades y excelencias filosóficas de elevada complejidad, contó el autor de Rayuela.

Entre muchos otros párrafos Cortázar le dedica a su Teodoro W. Adorno, esta prosa admirativa: “Ah Teodoro, qué bonito era verte bajar por el sendero, la cola al aire, gimiendo por tu gatita entre la lavanda, qué dulce era encontrarte otra vez cada año, el día en que se te antojaba, la noche de luna que elegías displicente para saltar a la ventana y quedarte unas horas con nosotros antes de volver a tu libertad que como tantos de nosotros has cambiado por una jubilación de gato, por el cielo que te tienen prometido” .

Borges, en cambio, tuvo un gato de pelo blanco llamado Beppo y es probable que el soneto que escribió, titulado A un gato, haya sido dedicado a quien compartió días y asombros con el autor de El Aleph en su casa de la porteña calle Maipú.

Así dice en los catorce filosóficos versos: “No son más silenciosos los espejos/ ni más furtiva el alba aventurera;/ eres, bajo la luna, esa pantera/ que nos es dado divisar de lejos// Por obra indescifrable de un decreto/ divino, te buscamos vanamente;/ más remoto que el Ganges y el poniente,/ tuya es la soledad, tuyo el secreto.// Tu lomo condesciende a la morosa/ caricia de mi mano. Has admitido,/ desde esa eternidad que ya es olvido,// el amor de la mano recelosa./ En otro tiempo estás. Eres el dueño/de un ámbito cerrado como un sueño”.

 

“En La Plata los gatos tienden a tener más aceptación que los perros en el Centro”

 

¿Y cómo no mencionar a T.S. Eliot, estadounidense que revolucionó la poesía, Premio Nobel de Literatura en 1949, que diez años antes había publicado su obra Libro de los gatos habilidosos del viejo Possum?

MASCOTAS, NO HIJOS

Sea en soporte papel, en Instagram, en las mil variantes audiovisuales y digitales, continúa la saga de los gatos y los perros. Ahora, tal como lo acaba de publicar este diario, las parejas de jóvenes argentinos prefieren tener mascotas antes que hijos. No es aquí una ocasión de buscar las razones del fenómeno.

En el artículo publicado El DIA el 25 de marzo pasado , acerca de lo que anda pasando entre las jóvenes parejas en el país, se reflejó la opinión de una veterinaria platense: “Hay una nueva tendencia que está en aumento sobre maternar mascotas. Ahora el lugar que ocupan forma parte de lo que nosotros llamamos el sistema familiar. El problema más grande es que no manejamos el mismo lenguaje”.

Y agrega la nota del diario: “El dato del informe realizado por la consultora Kantar Insights marcó en 2024 que el 75 por ciento de 1.000 personas encuestadas (hombres y mujeres mayores de 18 años de todo el país y de distintos niveles socioeconómicos) reconocieron que su animal de compañía era considerado “como un hijo”.

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