Armas y una escalera en un feroz robo a un jubilado

En una madrugada que quedará marcada para siempre en su memoria, un jubilado de 80 años vivió una verdadera pesadilla cuando fue sorprendido por cuatro delincuentes encapuchados y armados, que irrumpieron en su vivienda de calle 503 entre 19 y 20.

Lo despertaron con amenazas, lo obligaron a bajar desde su habitación y, tras someterlo durante horas con violencia y crueldad, le arrancaron la ubicación de los ahorros que guardaba tras años de esfuerzo y sacrificio.

Todo ocurrió mientras el barrio dormía. La víctima, que descansaba en la planta alta de su vivienda, fue abruptamente sacada de su sueño por los asaltantes, que con rostros cubiertos, guantes y armas de fuego lo obligaron a descender hasta el living. Allí comenzó el tormento: exigencias, gritos, amenazas. La intención era clara: querían el dinero.

En medio de la tensión, el abuelo, acorralado y golpeado emocionalmente, terminó revelando el lugar donde guardaba sus ahorros. A pesar del profundo estado de nerviosismo que lo embargó después del ataque, pudo contar que los malvivientes estuvieron durante horas revolviendo la vivienda antes de escapar con el botín y su teléfono celular.

Escena desoladora

Fuentes policiales confirmaron que, al llegar al lugar, se encontraron con una escena desoladora: la casa completamente revuelta y una ventana de madera con balcón, que da al patio trasero, violentada.

Desde allí, los peritos observaron una escalera apoyada contra la pared de la vivienda, cuya base estaba en la propiedad del vecino. Todo indica que los delincuentes accedieron a la casa del jubilado desde el fondo y escaparon por el mismo lugar.

En el patio también se halló una bicicleta tipo playera, de color gris, presumiblemente utilizada por alguno de los ladrones.

El monto exacto del robo no pudo ser determinado, ya que el hombre se encontraba visiblemente conmocionado, pero se trataría de una suma considerable, fruto de toda una vida de cuidar el mango para tener un retiro digno.

La violencia del hecho y la vulnerabilidad de la víctima vuelven a poner en debate la inseguridad que padecen especialmente los adultos mayores, convertidos en blanco fácil para bandas delictivas que no tienen reparos en atacar incluso a los más indefensos.