Multitasking: el engaño de hacer mil cosas a la vez

No es sinónimo de eficacia. Es una carrera frenética hacia ninguna parte. Y quizás la verdadera revolución, hoy, sea parar. Elegir hacer, aunque sea, una cosa por vez

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Vivimos tiempos donde lo simultáneo se celebra. Mandar un audio mientras respondemos mails, preparar el almuerzo con el celular encendido en altavoz, repasar mentalmente el listado del súper durante una reunión por Zoom: escenas cotidianas que parecen la postal del éxito moderno. Ser multitasking, en esta era donde el tiempo se escapa entre notificaciones, se presenta como un súper poder. Sin embargo, cada vez más voces del ámbito de la salud mental y el bienestar personal advierten que esta aparente eficiencia es, en realidad, un camino directo al agotamiento, la ansiedad y la pérdida de foco. Hacer muchas cosas a la vez, dicen, no solo no es productivo: es perjudicial.

Psicólogos y terapeutas coinciden en que el multitasking, más allá de su halo de modernidad y rendimiento, deteriora funciones cognitivas esenciales. “El cerebro no está diseñado para hacer múltiples tareas al mismo tiempo”, explican. Lo que parece ser una capacidad admirable, en realidad, implica forzar a nuestra mente a cambiar de contexto constantemente, en un ida y vuelta que agota recursos mentales y disminuye la eficiencia. “Cada cambio de foco implica un costo”, dicen los especialistas. Y ese costo se paga en forma de fatiga mental, falta de memoria y un incremento significativo de errores.

Coaches ontológicos de café, que en los últimos años se volvieron populares en espacios de desarrollo personal y empresas, también observan con preocupación el fenómeno. “La multitarea constante genera una ilusión de productividad que termina siendo tóxica”, afirman. “Estar ocupados no significa estar avanzando. Muchas veces, al hacer todo a la vez, no hacemos nada del todo bien”. En sus sesiones, buscan que las personas conecten con una forma más consciente de vivir y trabajar, desarmando esa ansiedad por la omnipresencia digital que obliga a estar en todas, todo el tiempo.

Los efectos sobre la salud mental no se hacen esperar. Según señalan desde el campo de la psicología clínica, la práctica habitual del multitasking eleva los niveles de estrés y puede convertirse en un factor de riesgo para cuadros de ansiedad. “Las personas sienten que están corriendo una carrera sin línea de llegada”, afirman. Esa percepción constante de estar en falta —porque todo lo que se hace se siente a medias— genera una presión interna que no da respiro y se termina traduciendo en insomnio, irritabilidad y desconexión emocional.

A esto se suma un fenómeno que suele pasar desapercibido: la pérdida del presente. Los especialistas apuntan que hacer varias cosas a la vez reduce la capacidad de estar realmente en el aquí y ahora. “Cuando estamos con la cabeza en cinco lugares distintos, no estamos en ninguno”, resumen con crudeza. Esta fragmentación del foco no solo impacta en la productividad, sino también en la calidad de vida, en los vínculos y en la capacidad de registrar lo que sentimos y pensamos.

 

“Vivimos en un sistema que premia la hiperactividad, pero la mente precisa pausas”

 

Paradójicamente, en la cultura del rendimiento, esta forma de funcionar es celebrada. Desde el discurso empresarial hasta la lógica del “hustle” en redes sociales, se glorifica al que siempre tiene algo entre manos. Sin embargo, en los consultorios, los coaches y terapeutas advierten que quienes viven bajo esta presión terminan agotados, frustrados y con la sensación de estar “quemados”. “Vivimos en un sistema que premia la hiperactividad mental, pero la mente necesita pausas, necesita orden”, sostienen.

¿Qué se puede hacer frente a esta epidemia de tareas encimadas? La clave, dicen, está en aprender a priorizar, en decir que no, y en recuperar el valor de hacer una cosa por vez. Psicólogos recomiendan técnicas de respiración consciente, mindfulness y planificación estratégica del tiempo. “No se trata de hacer menos, sino de hacer mejor”, aclaran. Y sobre todo, de evitar esa trampa mental de que todo es urgente y que todo depende de uno.

Expertos recomiendan hacer de a una cosa por vez / IA

Los coaches más espirituales, aunque sin credenciales universitarias, también tiran su aporte al asunto: “La dispersión es enemiga del propósito”. Desde sus espacios de conversación, invitan a “bajar un cambio”, a elegir con más criterio y menos miedo.

A entender que vivir con la cabeza partida entre WhatsApp, el Excel, el lavarropas y los likes, no es vivir. Es apenas sobrevivir en piloto automático.

Tres claves para dejarlo progresivamente

1  PRIORIZÁ CON CRITERIO (Y SIN CULPA)
Elegí tres tareas importantes por día y enfocate en completarlas una por una. No hace falta hacer todo: hace falta hacer lo que realmente importa. Decir que no a ciertas demandas también es parte del autocuidado.

2 BLOQUES DE TIEMPO SIN INTERRUPCIONES
Organizá tu jornada en bloques de concentración: 25 a 50 minutos sin notificaciones, multitareas ni cambios de ventana. Después, tomá pausas cortas. Técnicas como Pomodoro ayudan a sostener la atención sin agotarla.

3 ENTRENÁ LA ATENCIÓN PLENA
Practicá mindfulness, respiración consciente o simplemente detenete unos minutos a observar lo que estás haciendo, sintiendo o pensando. Estar presente reduce el ruido mental y mejora tu relación con el tiempo.

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