Tormentas extremas y obras paralizadas agravan la crisis hídrica en la región pampeana bonaerense
| 26 de Mayo de 2025 | 17:55

En mayo de 2025, fuertes tormentas afectaron a la provincia de Buenos Aires, especialmente a la región pampeana y el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), con un saldo de cuatro personas fallecidas y miles de evacuados. El fenómeno se produjo entre el viernes 16 y el sábado 17 de mayo, con lluvias extraordinarias que, según registros oficiales, acumularon hasta 396 mm en algunas localidades. Estos hechos se desarrollaron en un contexto de creciente vulnerabilidad climática, agravado por la paralización de obras clave en la cuenca del río Salado y una alarmante falta de planificación estructural.
En localidades como Junín, Rojas, Pergamino, Lincoln, Ameghino, General Pinto y Rafael Obligado, las precipitaciones superaron ampliamente los promedios históricos. Sólo en Junín, entre el 16 y el 17 de mayo, se registraron 220 mm de lluvia, y el acumulado anual ya alcanza los 1.210 mm. En Rojas llovieron 245 mm en dos días, con un total anual de 865 mm. En Rafael Obligado, el acumulado en 2025 ya es de 1.050 mm. Esta saturación del sistema hídrico provocó el desborde del río Salado y puso en evidencia las carencias en infraestructura para enfrentar estos eventos.
La región pampeana, particularmente el AMBA y gran parte del interior bonaerense, presenta alta vulnerabilidad por su densidad poblacional, urbanización acelerada y la dependencia de economías informales, especialmente sensibles a los fenómenos climáticos extremos. A estas condiciones se suman sistemas de drenaje urbano insuficientes y la escasez de espacios verdes, que agravan los efectos tanto de lluvias intensas como de olas de calor.
Según expertos, es urgente “avanzar con la generación de más áreas verdes y azules, además de robustecer la infraestructura urbana como forma de reducir los riesgos climáticos”. Sin embargo, la paralización del Tramo IV.2 del Plan Maestro del Salado —que abarca el sector entre Bragado y Junín— interrumpió una obra fundamental para mitigar inundaciones. El proyecto incluía el dragado y profundización del lecho del río, y la construcción de estructuras de defensa, con una inversión de 180 millones de dólares, 700 empleos directos y beneficios para unas 250 mil personas.
“Ese punto, el puente de la localidad de Ernestina, está gravemente comprometido. Ahí se concentra un caudal inmenso y se transforma en un cuello de botella. En los últimos días hubo gente rescatando animales, protegiendo sus casas, con riesgo de vida”, advirtió Alberto Larrañaga, productor agropecuario y presidente del Consejo Honorario Asesor del Plan Maestro de la Cuenca del Salado.
Para los especialistas, las lluvias extraordinarias —que superan los 300 o 400 mm en pocos días— sólo pueden ser contenidas con infraestructura adecuada. Larrañaga remarcó que “sin esas obras, las lluvias como las que acabamos de vivir no pueden contenerse”. Además, señaló que el problema no es nuevo: “Las sequías e inundaciones se han alternado en la Región por cientos de años”. Citó como antecedentes las lluvias récord de 1973, la histórica inundación de 1980, la de 2001 que anegó Villa del Parque y la ruta 7, y la prolongada sequía entre 2020 y 2024.
El río Salado atraviesa más de treinta municipios bonaerenses, dentro de una vasta región productiva de 6,4 millones de hectáreas. La falta de mantenimiento y planificación integral, así como el abandono del plan original —iniciado en 2003 con financiamiento del BID—, han dejado expuestas a miles de personas. “Se debería haber aprovechado la sequía para limpiar canales, hacer dragado y construir compuertas. En algunos casos, el dinero que no se usó para caminos se podría haber destinado a arreglar canales, pero bien hecho”, sostuvieron especialistas.
Desde el Consejo Honorario Asesor del Salado remarcan que “no se trata solo de la obra, sino también de la gestión de todo eso. Y si no hay voluntad política, no funciona”. Larrañaga fue contundente: “Nuestro trabajo es interactuar con las autoridades y transmitir las urgencias de los territorios. No es nuestro cometido ocupar un lugar mediático, pero lo hacemos porque la paralización de las obras lo exige”.
Más allá de los perjuicios económicos para los productores agropecuarios, el dirigente enfatizó la dimensión social de la crisis: “Esto afecta el desarrollo humano en su conjunto. Hay familias aisladas, sin acceso a servicios básicos. En pleno siglo XXI, cuesta entender que a pocos kilómetros de centros urbanos haya personas incomunicadas por el agua”.
En definitiva, los eventos recientes no solo confirman la intensificación de fenómenos extremos, sino también la necesidad de una planificación estructural, sostenida y articulada para evitar que el agua vuelva a convertirse en una amenaza recurrente para la región.
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