Al filo de la muerte: la encañonan y la golpean para robarle el vehículo

Una joven patinadora fue víctima de un violento asalto cuando bajaba de su auto. Le apuntaron tres veces y la tiraron al suelo

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Una juntada entre amigas terminó convirtiéndose en una brutal pesadilla que rozó la tragedia.

El reloj marcaba las 2:15 cuando una patinadora de veinticinco años, que salía de la casa de una amiga, fue interceptada de forma brutal por dos delincuentes armados que la sometieron con violencia y cobardía.

Todo ocurrió en calle 67, entre 117 y 118. La joven, que acababa de visitar a una amiga, se disponía a regresar a su casa.

Se encontraba cargando en el baúl del auto algunas pertenencias, entre ellas, un bolso con sus preciados patines italianos, fruto de años de sacrificio y competencia, cuando un vehículo blanco, que hasta ese momento pasaba desapercibido en la penumbra, se detuvo a su lado.

En segundos, el escenario se transformó. Dos figuras masculinas descendieron con determinación. Uno de ellos portaba un arma.

Su amiga, al advertir el peligro, salió corriendo en busca de ayuda. Pero la patinadora no tuvo esa oportunidad.

Apenas intentó retroceder, fue empujada violentamente por uno de los ladrones en un intento para evitar que se le escapara su oportunidad de apoderarse de lo ajeno.

Cayó al suelo con fuerza, golpeándose contra el asfalto. No hubo palabras previas. No hubo advertencia.

Solo una amenaza directa y letal: el caño de un arma apuntándole a la cabeza.

“Dame las llaves del auto”, le ordenó uno de los ladrones, con la voz firme, sin temblores ni dudas.

Ella, paralizada por el miedo, apenas pudo reaccionar. Las llaves le fueron arrebatadas de las manos mientras su cuerpo seguía en el suelo, indefenso, expuesto.

No bastó con eso. También le quitaron la cartera, que contenía la billetera en la que guardaba sus documentos personales.

Pero lo que más lamenta la víctima es la pérdida de sus patines de bota italianos, diseñados para competencia profesional, que representaban años de esfuerzo, entrenamiento y sueños.

Uno de los atacantes subió a su Peugeot 308. El otro, aún no está claro, habría vuelto al auto blanco.

El hombre armado, antes de encender el vehículo, volvió a apuntarle. Fue la tercera vez que la encañonaron en menos de un minuto.

 

“Dame las llaves del auto”, le indicaron mientras le apuntaban con un arma de fuego

 

Una intimidación innecesaria, casi sádica. Como si quisieran dejarle en claro que podrían haberle quitado mucho más que sus pertenencias. Que su vida también estaba en juego.

La fuga fue rápida, aunque no exenta de torpeza: al conductor le costó hacer arrancar el vehículo robado.

Pero una vez en marcha, aceleró con furia por la calle 67, en dirección a 117. La joven, aún tirada, apenas logró levantarse, temblando, en shock, sin saber si aquello que acababa de vivir había sido real o una pesadilla.

Las primeras hipótesis apuntan a un robo al voleo, ejecutado por delincuentes que esa noche habrían salido “de cacería”, como se dice en la jerga delincuencial.

Es decir, buscaron víctimas al azar, con el solo propósito de robar lo que pudieran, como fieras hambrientas en busca de una presa fácil.

Nada indica que la joven haya sido seguida o seleccionada con antelación. Fue, simplemente, estar en el lugar y el momento equivocados. En simples palabras de los vecinos que residen en la zona, “así como le tocó a esta chica le podría haber tocado a cualquiera de nosotros”.

Y, justamente, esta situación es lo que más preocupa a los vecinos de El Mondongo, un barrio de la Ciudad que desde hace años se encuentra asolado por la delincuencia.

“Estamos abandonados. Todo el barrio está liberado. En invierno, después de las 7 de la tarde no podés ni sacar al perro”, expuso Denisse una frentista que reside en la zona de 64 entre 115 y 116.

Ahora, los investigadores analizan las imágenes de las cámaras de seguridad de la zona con el objetivo es reconstruir cada movimiento de los atacantes: cómo llegaron y hacia dónde huyeron.

 

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