Los jóvenes sin iniciativa: entre el exceso de distracción y la baja autoestima
Edición Impresa | 29 de Junio de 2025 | 03:34

En las aulas, en las oficinas, en las familias y hasta en las redes sociales, se repite una misma pregunta: ¿qué pasa con los jóvenes que ya no tienen ganas de nada? ¿Por qué se observa, cada vez con más frecuencia, una especie de parálisis existencial entre quienes están en la edad que tradicionalmente se asoció al empuje y a la exploración del mundo? Para algunos es falta de carácter. Para otros, simple pereza. Pero detrás de este aparente desgano se esconde algo mucho más complejo, que psicólogos, psiquiatras, sociólogos y expertos en salud mental vienen intentando explicar desde hace años y que hoy toma una relevancia ineludible.
Los expertos en salud mental comentan que hay un aumento sostenido en los casos de jóvenes que manifiestan falta de motivación, pérdida de sentido y una suerte de agotamiento anticipado frente a la vida adulta. “No es que no quieran hacer cosas, es que no saben por qué tendrían que hacerlas”, sintetiza uno de los psicólogos consultados. Lo que algunos leen como indiferencia, otros lo interpretan como una respuesta lógica frente a un mundo que les devuelve pocas certezas y muchas exigencias.
Los psiquiatras advierten que detrás de muchas conductas que se etiquetan como apatía se esconden cuadros de ansiedad, depresión y frustración acumulada. Las presiones académicas, el desempleo, la inflación constante, el endeudamiento precoz y la falta de acceso a vivienda generan un malestar difuso pero sostenido, que erosiona las ganas de emprender cualquier proyecto personal. “Muchas veces llegan a la consulta diciendo que están rotos, cuando en realidad están exhaustos por un sistema que les pide todo sin ofrecer casi nada a cambio”, explican.
Hay un aumento sostenido en los casos de jóvenes que manifiestan falta de motivación
Los sociólogos argumentan que lo que está en crisis es el relato del futuro. Aquella idea de que si se estudia, se trabaja duro y se sigue un camino ordenado, la vida va a dar sus frutos. Esa promesa, que durante décadas sostuvo a generaciones enteras, hoy parece desvencijada. El mercado laboral se ha precarizado de tal modo que incluso quienes tienen formación y experiencia no logran ingresos estables ni condiciones dignas. “¿Para qué romperme el lomo si igual voy a seguir viviendo con mis viejos?”, es una frase que se escucha con frecuencia en entrevistas cualitativas a jóvenes entre 20 y 30 años.
Escasea la experiencia y la confianza para tomar decisiones o encarar procesos
Los psicólogos alarman también sobre la sobreprotección familiar. Muchos jóvenes crecieron en entornos hipervigilados donde los adultos resolvían rápidamente los obstáculos cotidianos. Esto, lejos de ayudarlos, les quitó herramientas para enfrentar el mundo exterior. Al llegar a la adultez, no cuentan con la experiencia ni la confianza necesarias para tomar decisiones o encarar procesos que impliquen autonomía. “Cuando los límites y los desafíos siempre vinieron del afuera, es difícil que surja una iniciativa genuina desde adentro”, señalan.
“Una persona que tiene todo hecho y que tiene todo sobre la mesa, le va a faltar esa iniciativa, esa capacidad de expresión que es la creatividad”, afirmó el psicólogo platense y profesor de la Facultad de Psicología de la UNLP, Juan Manuel “Mel” Gregorini.
En paralelo, el impacto de la tecnología y las redes sociales ha transformado radicalmente las formas de vinculación, de entretenimiento y de proyección personal. Muchos jóvenes pasan horas desplazándose entre pantallas, bombardeados por estímulos efímeros que ofrecen gratificación inmediata pero ninguna estructura de sentido. Los expertos en salud mental comentan que esta saturación digital contribuye al cortoplacismo emocional, donde cualquier esfuerzo que no devuelva recompensa instantánea es descartado. “Estamos frente a una generación que siente que todo lo que vale la pena está a un clic, pero que al mismo tiempo no encuentra satisfacción en nada”, agregan.
Los sociólogos también señalan que el discurso meritocrático ha dejado de ser creíble. En contextos donde la movilidad social está estancada, donde tener un título universitario ya no garantiza inserción ni prestigio, el sacrificio pierde valor simbólico. “Si al final del esfuerzo no hay recompensa ni reconocimiento, ¿cuál es el sentido de esforzarse?”, se preguntan muchos jóvenes. Esta lógica, lejos de ser nihilista, es una forma de defensa ante la frustración permanente.
Los psiquiatras advierten que no se puede seguir culpabilizando a los jóvenes por no adecuarse a un modelo que ya no funciona. Proponen, en cambio, construir nuevas formas de acompañamiento, que impliquen escuchar sus demandas reales, habilitar espacios de participación y proponer horizontes posibles. “No podemos esperar que reaccionen como reaccionaban los jóvenes de hace 30 años, porque el mundo que habitan es completamente distinto”, explican.
Mientras tanto, los psicólogos insisten en que la falta de iniciativa no debe interpretarse como una falla individual, sino como un síntoma social. No es un problema de actitud, sino de contexto. No es falta de ganas, sino exceso de incertidumbre. Y sobre todo, no es un problema que se solucione con más presión, sino con más empatía, más contención y más posibilidades concretas.
1 CRISIS DE SENTIDO: muchos no encuentran un propósito claro, ya que las promesas tradicionales (estudio, trabajo, progreso) ya no garantizan resultados.
2 PROBLEMAS DE SALUD MENTAL: ansiedad, depresión y agotamiento emocional afectan su capacidad de motivarse y sostener objetivos.
3 SOBREPROTECCIÓN FAMILIAR: la falta de autonomía desde la infancia dificulta el desarrollo de confianza y decisión propia.
4 SATURACIÓN DIGITAL: el consumo excesivo de redes sociales y pantallas promueve el cortoplacismo y reduce la tolerancia al esfuerzo sostenido.
❑ Promoción de espacios autónomos
Apoyo (educativo, emocional, económico) a proyectos juveniles.
❑ Salud mental y autoestima
Fortalecimiento a través de redes de contención, acceso a apoyo psicoemocional.
❑ Incentivar participación real
Crear instancias inclusivas en política y comunidades.
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