“Ya estoy harto”: cada vez menos gente cumple con el voto
Edición Impresa | 1 de Julio de 2025 | 01:42

Por MARIANO PEREZ DE EULATE
Más allá de su resultado, que ratificó las hegemonías de los oficialismos, la reciente elección provincial en Santa Fe arrojó un dato político notable que ya se había evidenciado también en otros comicios distritales que se realizaron durante el primer semestre de este año: el bajo nivel de participación electoral. Que ilustra, lisa y llanamente, que la gente va cada vez menos va a votar, en un país donde ese acto es obligatorio.
El último domingo, en Santa Fe concurrió a las urnas el 52% del padrón para elegir legisladores provinciales y concejales. En abril pasado, cuando se hicieron las Primarias Abiertas para definir los cargos que competirían ahora y además se agregó la elección de convencionales para reformar la Constitución provincial, la concurrencia fue del 55%. Incluso en la ciudad más grande de la provincia, Rosario, que luego de décadas terminó ganando una expresión del peronismo, el domingo pasado sólo fue hasta las mesas de votación el 48% de los habilitados.
¿Por qué esa apatía? ¿Es un problema de la oferta electoral? Algunos expertos en opinión pública estiman que la baja concurrencia actual es, de alguna forma, la continuidad -con otro formato- de aquel mensaje que mandó el electorado a la clase política cuando en 2023 eligió al novato y “outsider” Javier Milei para la Presidencia.
De hartazgo, de divorcio con el sistema tradicional que, durante décadas, sólo pudo ofrecer sinsabores, corrupción y depresiones económicas.
El sociólogo y analista de opinión pública Sebastián Halperín no duda en afirmar que el ausentismo pone en evidencia la grieta, la distancia, entre la clase política y la ciudadanía. “Hoy, la política está en tela de juicio como herramienta de transformación de la realidad”, le dijo a este cronista.
Desde hace tiempo, esa idea suele aparecer en grupos focales que hacen los encuestadores, según relatan en el mundillo de las consultoras. La sensación de que nada le va a cambiar al individuo si en una elección gana el candidato A o el B.
Señales en una encuesta
Halperín y el politólogo Pedro Antenucci (Universidad de San Andrés, Master en la New York University) realizaron un trabajo a través de la consultora Equipo Mide, dirigida por el segundo, para indagar en las razones de la no concurrencia entre quienes se manifiestan abiertamente en esa dirección. Fueron 1.761 casos entre el 9 y 12 de junio. Antes de Santa Fe.
Se trata, como aclara el estudio, de un segmento sub-representado en los distintos sondeos dado el alto porcentaje de la población que se inclina por expresar una opinión que sea considerada como políticamente correcta. Más aún con el carácter obligatorio del sistema electoral local. No obstante, se asume que el abanico de respuestas obtenidas refleja un cuadro de situación bastante real y exhaustivo de los argumentos que explican la decisión de no salir de casa el día del comicio.
El 56% de los consultados respondió que rechaza el sistema político en general. Es, digamos, uno de cada dos encuestados. ¿Qué implica eso? Desde falta de credibilidad, a la falta de efectividad de los sucesivos gobiernos. “Eso se traduce en una clara mirada devaluada de la dirigencia para dar respuesta a la agenda pendiente, hasta el cuestionamiento a los niveles de corrupción rampantes que aquejan a nuestro país”, explica el trabajo.
Ese sentimiento se expresa mediante una actitud de fuerte enojo con la política. “Me tienen podrido” o “ya estoy harto”, es lo que responden los entrevistados en la parte cualitativa del estudio. Así, no sorprende el “vacío de representación” que se traduce en uno de cada cinco encuestados (21%), con respuestas como “no me siento representado” o “no me gusta ningún candidato”.
Esto estaría explicando la apatía sobre los escenarios electorales y sobre la política como vehículo para encontrar soluciones. En este sentido, las respuestas que se escuchan en muchas entrevistas son del tipo “no sé ni quiénes son los candidatos”, “es una pérdida de tiempo”, “no sirve de nada ir a votar”, “me da igual” o “no me interesa”.
Esta postura se combina, explican Halperín y Antenucci, con la presencia en este segmento de un sector crítico del gobierno nacional (12%) y que, encima, no visualiza una alternativa de cambio consistente (“No hay proyecto de país”; “a nadie le importa el pueblo”). Este punto interpela directamente a la oposición, en especial al peronismo, que todavía no logra descifrar como pararse frente al personaje Milei. Y en especial debería retumbar en el kirchnerismo bonaerense, que cree que hacer eje en la detención de Cristina Fernández puede dar rédito político en el turno electoral del próximo 7 de septiembre.
De acuerdo al trabajo, sólo un grupo minoritario -cerca de un 10%- se excusa de no ir a votar por motivos personales, o por problemas de logística e incluso por avanzada edad. O sea, el desencanto, en sus diferentes expresiones, llega a niveles del 90%.
Esto Milei lo tiene claro, desde ya. Porque a unos 20 meses de haber asumido se sigue reivindicando como un “outsider”, un no político, un “no casta”, más allá de que ha tenido acciones y ha tomado decisiones que lo emparentan muchísimo con ella.
“El ausentismo pone en evidencia la grieta entre la clase política y la ciudadanía”
No sorprende el “vacío de representación” que se traduce en uno de cada 5 encuestados
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