Las joyas de Camila: cinco broches y muchas vidas

La reina británica sorprendió con una colección de prendedores que no solo deslumbraron por su belleza, sino también por las historias que arrastran consigo. Herencias olvidadas, amores secretos, fortunas recuperadas y legados familiares

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Por VIRGINIA BLONDEAU

marioyvirginia@yahoo.com.ar

El gran escritor Manuel Mujica Láinez escribió lo que para muchos es una de las mejores novelas argentinas del siglo XX. El escarabajo (1982) narra las aventuras de un anillo, creado para Nefertiti en el Egipto del siglo XIV a.c., que tiene como adorno un escarabajo de lapislázuli. A través de los siglos la joya va pasando de mano en mano y es el propio coleóptero el que nos cuenta las peripecias de sus diferentes dueños. Aunque abarquen un lapso menor, no hay duda de que muchas de las joyas de la realeza bien podrían ser protagonistas omnisapientes de varias generaciones de reinas y princesas.

Vimos en nuestra entrega anterior como el broche que la reina Camila lució en su debut en la edición 2025 de las carreras de caballos de Ascot, se había originado en Sudáfrica un siglo antes. Pero no fue ésta la única joya con la que nos sorprendió: la esposa de Carlos III llevó un broche distinto, todos con una gran historia detrás, en cada una de las cinco jornadas en que fue al tradicional hipódromo londinense. Recordemos que ella es solo guardiana de esas joyas que, al ser de la corona, seguirán pasando de reina en reina. El mérito de Camila solo es lucirlos en lugar de dejarlas olvidadas en el cofre real.

EL BROCHE DE ESMERALDA DE CAMBRIDGE

El segundo día de Ascot, Camila lució un broche cuya esmeralda llegó a sus manos gracias a, literalmente, el azar. ¿Se ponen ustedes contentos cuando ganan en un sorteo, aunque sea, un jabón? Pues sepan que hubo una vez una princesa alemana, llamada Augusta de Cambridge que, a fines del siglo XIX, se ganó en una rifa cuarenta esmeraldas. Y que, además, le trajeron suerte porque logró casarse (muy bien casada para las expectativas de la época) con un hijo del rey de Inglaterra.

Con las esmeraldas como protagonistas mandó a confeccionarse un collar art decó y en otras joyas menores, entre ellas un broche con una esmeralda central rodeada por dos círculos de diamantes y con una gran esmeralda con forma de gota, unida por una tira de diamantes. Ese es el que le vimos a Camila en Ascot.

Todo el conjunto de esmeraldas los heredó un nieto de Augusta, un joven díscolo que se lo regaló a una de sus tantas amantes. Las joyas se hubieran perdido en el entramado de las subastas si no fuera porque una hermana del manirroto, Mary de Teck, se convirtió en reina consorte de Inglaterra y, con la billetera abultada del marido, pudo recuperarlas y conservarlas para ella y sus descendientes.

El conjunto de Esmeraldas de Cambridge

LA MISTERIOSA ESTRELLA DE DIAMANTES

El tercer broche que le vimos a Camila nunca había sido usado por ella pero sí muchas veces por la reina Isabel II, su suegra. De hecho era uno de sus preferidos.

Se trata del broche conocido como “Estrella de diamantes de lady Jardine”. Es precioso pero lo que lo hace interesante es que nunca nadie pudo dilucidar quién es esa lady Jardine, la misteriosa dama que, supuestamente, se lo legó a Su Majestad en 1981. ¿Existió realmente o detrás de ese nombre se ocultó algún admirador secreto de la reina? ¿Sabrá Camila el secreto de su suegra?

DOS BROCHES OLVIDADOS

Para sorpresa de todos, en los dos últimos días de Ascot Camila eligió broches que jamás le vimos a la difunta reina. El broche conocido como “Raspery pip” se llama así porque recuerda a la forma de las semillas de frambuesa. Si bien es muy antiguo, es una joya menor y no proviene de los Windsors sino de la abuela materna de Isabel.

Hacía décadas que nadie lo lucía pero no tanto como el broche Rothschild que Camila llevó el último día y que estaba guardado en el cofre desde 1936. Y este sí que es una pieza de gran valor. Se compone de un lazo de diamantes del que cuelga una flor, también de diamantes, que esconde un reloj. Lady Alice Rothschild compartía con la princesa María de Teck, bisabuela de Carlos III, el amor por las joyas y cuando esta última se casó con el futuro rey de Inglaterra le regaló el broche.

Recordemos que los Rothschild conformaban la familia más rica de la Inglaterra finisecular. Es un misterio por qué este broche nunca fue usado por Isabel II y muy poco por la reina madre pero celebramos que Camila los haya rescatado del olvido. Continuando con la analogía, recordemos que también el escarabajo de Mujica Láinez vivió años en el fondo del mar hasta que un navegante lo encontró.

Estos tesoros no son privativos de la realeza o la literatura. Todos guardamos una pequeña joya, un reloj, un objeto que conservamos en un cajón porque encierran una historia familiar digna de ser contada y recordada. No somos sus dueños sino sus guardianes tal como lo fueron las generaciones que nos precedieron y lo serán las generaciones futuras.

 

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