Una amistad que quedó en la nostalgia del ayer

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Durante años creí que ciertas amistades eran como raíces: podían doblarse con el viento, pero no se rompían. Con vos fue así. Éramos inseparables. Vacaciones compartidas, secretos como piedras preciosas, risas que todavía resuenan en mi memoria. Pero un día algo se quebró, y no fue por una pelea grande, ni por una traición digna de novela. Fue más bien una acumulación de silencios, de respuestas secas, de encuentros que se fueron postergando.

Me pregunto si sentiste lo mismo. Si te diste cuenta de que ya no nos buscábamos. A veces reviso nuestras charlas viejas, como quien vuelve a leer una carta amarilla por el sol. Me da ternura la forma en que nos cuidábamos. Y también tristeza: ¿cómo se apaga una amistad sin que una se dé cuenta?

No te escribo esto para culparte. Tampoco para pedirte que volvamos a hablarnos como antes. Solo quería ponerle palabras al duelo silencioso que es perder una amiga sin despedida. Porque no se llora solo a los que se mueren, también se llora a los que se alejan.

 

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