49 años sin Sergio Karakachoff, defensor de derechos humanos en plena dictadura
| 10 de Septiembre de 2025 | 12:42

El 10 de septiembre de 1976, la Ciudad se despertó con otra herida profunda. Apenas seis meses después del golpe militar, en un camino rural de Magdalena aparecieron los cuerpos acribillados de Sergio Karakachoff y Domingo Teruggi, dos abogados platenses comprometidos con la defensa de los derechos humanos. Tenían apenas 37 y 41 años.
La noticia, publicada por El Día el lunes siguiente, sacudió a La Plata y al radicalismo. Karakachoff, apodado “el Ruso” por sus compañeros, no era un militante más: era un dirigente con futuro, un “cuadro político” brillante, respetado incluso por quienes pensaban distinto. Y fue también una de las primeras y más visibles víctimas de la dictadura.
Hijo del ingeniero Sergio Karakachoff y de Carmen Giménez, profesora de música, Sergio creció en un hogar que valoraba la educación y la cultura. Cursó la primaria en la Escuela Anexa y el secundario en el Colegio Nacional Rafael Hernández, donde fundó el Centro de Estudiantes.
Se graduó de abogado en 1965 en la Universidad Nacional de La Plata y rápidamente se destacó en el derecho laboral. Su vocación lo llevó también a la política: primero desde la Juventud Radical, luego como cofundador del Movimiento de Acción Popular junto a Guillermo Estévez Boero. Ese espacio fue semilla de la Junta Coordinadora Nacional y del posterior Movimiento de Renovación y Cambio que lideraría Raúl Alfonsín.
En 1972 participó en la redacción de la plataforma electoral de la UCR junto a figuras que marcarían la democracia recuperada: Germán López, Roque Carranza y Bernardo Grinspun.
La decisión de no callar
El golpe del 24 de marzo de 1976 lo encontró en La Plata, defendiendo causas laborales y presentando habeas corpus por los desaparecidos, cuando hacerlo era casi una sentencia de muerte. Días antes de su secuestro, había escrito un breve y contundente texto titulado Acerca de la violencia, en el que advertía contra el terror que ya se imponía en el país.
El 9 de septiembre, hombres armados irrumpieron en la casa de su socio y amigo, Domingo Teruggi. Karakachoff, advertido del peligro, decidió igualmente acercarse. Allí lo secuestraron también a él. Veinticuatro horas después, sus cuerpos fueron abandonados, destrozados por las balas, a la vera de la ruta 36.
El velorio se convirtió en un acto político. Una multitud despidió a Karakachoff, pese al Estado de sitio y la represión. Estuvieron Ricardo Balbín y Raúl Alfonsín, dos líderes radicales que entendieron que aquella muerte no era solo un crimen: era un mensaje.
La violencia no terminó ahí. Durante la despedida, varios vehículos pasaron frente a la funeraria disparando al aire. Ni siquiera en la muerte lo dejaron en paz.
Un legado que persiste
A casi medio siglo, su nombre sigue vivo en instituciones y homenajes: el edificio “Tres Facultades” de la UNLP, la biblioteca del Colegio Nacional, la sala de relatores del Concejo Deliberante platense, y la militancia juvenil radical de distintas provincias. En 2023, la Universidad creó un archivo para reconstruir su legado político y humano.
Sergio Karakachoff no justificó jamás la violencia. Defendió la ley, la Constitución y el valor de la democracia en un tiempo en que esas palabras parecían prohibidas. Su vida, como la de tantos, fue apagada a balazos. Pero su ejemplo se convirtió en un faro para generaciones que crecieron en libertad gracias a quienes se atrevieron a no callar.
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