Inteligencia artificial: de la credulidad de los usuarios, a la desconfianza de las empresas
Edición Impresa | 14 de Septiembre de 2025 | 06:25

La inteligencia artificial se ha consolidado en los últimos años como un actor central en la vida cotidiana, tanto en la esfera laboral como en la social. Según un reciente estudio de KPMG y la Universidad de Melbourne, los argentinos se muestran más confiados en el uso de estas herramientas que los ciudadanos de países desarrollados, con una percepción mayoritaria de que sus beneficios superan los riesgos. Sin embargo, mientras la encuesta global resalta la creciente familiaridad de la población con la IA, en el plano empresarial se empieza a evidenciar un movimiento en sentido contrario: tras la fascinación inicial con la automatización, muchas compañías vuelven a recurrir a trabajadores humanos para corregir las limitaciones de una tecnología que todavía no alcanza los estándares de calidad esperados.
La investigación, que relevó las opiniones de más de 48 mil personas en 47 países, coloca a la Argentina en un lugar destacado entre las economías emergentes. Aquí, el 44% de los consultados cree que los beneficios de la inteligencia artificial son superiores a los riesgos, cifra que supera al promedio global y a países como Estados Unidos, Francia o Alemania. Para especialistas como Mauro Avendaño, socio de Tecnología de KPMG Argentina, esto se explica porque en mercados como el argentino la IA se presenta como una oportunidad de crecimiento y supervivencia en entornos cada vez más competitivos. La población no solo confía más en estas tecnologías que en las naciones desarrolladas, sino que también muestra mayores niveles de adopción y capacitación.
Por los fallos de la ia seteada para programar, hay empleadores que vuelven a buscar talentos humanos / Freepik
Ese entusiasmo también se percibe en ámbitos académicos y científicos. La Universidad Tecnológica Nacional Facultad Regional Buenos Aires se prepara para ser sede del GIAR AI & Robotics 2025, un encuentro que reunirá a empresarios, funcionarios y especialistas con la intención de debatir cómo estas herramientas pueden aplicarse de manera concreta en sectores clave de la economía nacional. La agenda prevé la exposición de casos de éxito en la industria, la salud y la educación, en un intento de articular teoría y práctica y demostrar cómo la IA y la robótica pueden mejorar la competitividad de las empresas argentinas.
LA MIRAN DE REOJO
Pero mientras la sociedad y las universidades parecen mirar con optimismo, los empleadores enfrentan una paradoja. En Estados Unidos y Europa, donde la IA generativa fue adoptada masivamente, cada vez más empresas retroceden en sus estrategias de automatización. Lo que comenzó como una apuesta por reducir costos y reemplazar mano de obra, terminó revelando un escenario en el que los sistemas no logran resolver tareas con el nivel de precisión requerido. Desde ilustraciones mal terminadas hasta textos plagados de repeticiones o códigos inseguros, los resultados de la IA obligan a contratar nuevamente a trabajadores humanos que “arreglan” los errores que dejan las máquinas.
Un 44% cree que los beneficios de la inteligencia artificial son superiores a los riesgos
Este fenómeno, documentado por medios internacionales como NBC News, dio origen a un mercado laboral peculiar: diseñadores, escritores y programadores contratados por menos dinero para rehacer o pulir productos generados artificialmente. La ilustradora Lisa Carstens confesó que muchos de sus encargos actuales consisten en redibujar logotipos creados por IA, en ocasiones con tanto esfuerzo como si los hubiese realizado desde cero. La escritora Kiesha Richardson señaló que gran parte de su tiempo se destina a reescribir textos automáticos, corrigiendo imprecisiones y dándoles un tono humano. En el área de programación, desarrolladores como Harsh Kumar advierten que deben intervenir para salvar proyectos mal construidos por chatbots o sistemas defectuosos que incluso exponen información sensible.
El resultado es un nuevo nicho de empleo, aunque más precario, que desnuda la contradicción del modelo: la IA prometía ahorrar costos y maximizar la eficiencia, pero en la práctica genera un trabajo adicional que solo los humanos pueden resolver con calidad. El factor humano, lejos de ser prescindible, se vuelve indispensable para otorgar el valor agregado que las máquinas todavía no logran reproducir. La desconfianza de los empleadores en las soluciones automatizadas marca un contraste con la confianza ciudadana relevada en encuestas como la de KPMG, y confirma que la integración de la inteligencia artificial en la vida social y económica seguirá siendo un proceso plagado de tensiones, avances y retrocesos.
En definitiva, la IA se encuentra en un punto de inflexión. Mientras los argentinos la perciben como una herramienta de desarrollo y el mundo académico busca impulsarla en la matriz productiva, las empresas comienzan a entender que su aplicación requiere un delicado equilibrio con el trabajo humano. El entusiasmo inicial por la automatización total se enfrenta hoy con la evidencia de que las personas siguen siendo insustituibles. Y aunque el futuro se anuncia digital, el presente confirma que la inteligencia artificial todavía necesita de la inteligencia humana para sostenerse.
Un hombre usa CHAT GPT para programar
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