La falta de jerarquía es lo que mejor define al Lobo

Buenas intenciones y poco más lo arrinconan en una mediocre actualidad donde volvieron a silbarlo. Muchos jugadores y escasa calidad

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Por MARTIN MENDINUETA

@firmamendinueta

Justo cuando tenía una buena oportunidad para ganar y demostrar que sus ambiciones por clasificar entre los ocho mejores de su zona están bien sustentadas, Gimnasia falló.

Inmerso en la lucha permanente por despegarse de la mediocridad futbolística que lo persigue desde hace mucho, ayer sufrió un golpe que vino a ratificar el diagnóstico compartido por muchos. Apostó por acumular profesionales, construyó un plantel numeroso y la realidad le está mostrando que lo que falta es una cuota importante de jerarquía.

La conformación del plantel que hoy conduce Alejandro Orfila quedó expuesta, una vez más, ayer, cuando los cambios no consiguieron elevar su vara de rendimiento colectivo.

La derrota ante Unión, de gran campaña, pero a quien no puede considerarse como uno de los más poderosos, deja al Lobo varado en la búsqueda de una identidad superadora. La historia es harto conocida y se repite en un círculo vicioso. Pasa el tiempo, no crece y la necesidad de dar un salto cualitativo se mantiene como la principal demanda de su gente.

El hecho de no apreciar ningún rasgo de su funcionamiento en un nivel destacado es lo que despierta el alto grado de disconformismo. No se sabe bien cuál es la receta en la que más confía para gestionar sus triunfos.

SIN ACIERTOS POR LAS BANDAS, TODO SE LE HIZO CUESTA ARRIBA

En una mala tarde de Jeremías Merlo y de Manuel Panaro, Gimnasia constató que no tiene un plan alternativo como para acercar peligro al área rival.

Gimnasia debe elegir un perfil superador al que tiene. Aferrado a dos mediocampistas centrales que no consiguen marcar la diferencia, y a un tándem ofensivo donde Marcelo Torres es el único que parece estar firme en su puesto, le está faltando otro delantero que se haga notar en el área rival.

La alternancia entre Norberto Briasco y Jan Hurtado lo está haciendo girar en falso, sin provocar la mejoría buscada.

Juega uno y la gente pide por el otro; para luego caer en el mismo reclamo invirtiendo el orden de los protagonistas. Así, encerrado en este cuadro de situación demasiado opaco, el tiempo pasa y la gente pierde la paciencia.

Gimnasia sale a escena como dependiendo del nivel de eficacia del rival de turno. Unión encontró facilidades y no lo perdonó. Tarragona primero hizo un golazo y después se encargó de pedir disculpas públicas.

Mateo Del Blanco y Mauricio Martínez también acertaron en la red; entonces el final de la tarde tuvo el peor condimento: la falta de esperanza por revertir un resultado que duele restándole proyección para la parte final del campeonato.

Justo cuando empezó a levantar la temperatura política, el equipo demuestra la imposibilidad de salir de la meseta donde vive desde hace bastante.

Nada será mágico. Orfila tendrá que seguir probando sin perder tiempo porque también hubo reproches para él. Haber terminado con Alan Sosa, Merlini, el Pata Castro y Juan José Pérez juntos en cancha fue una apuesta desesperada por encontrar el juego asociado que no suele mostrar. Quizás llegó la hora de cambiar la matriz del esquema actual.

 

Gimnasia

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