La ciencia detrás de las mentiras: cómo detectar un falso amigo
Edición Impresa | 28 de Septiembre de 2025 | 06:34

Descubrir cuándo alguien cercano miente es una de las inquietudes más humanas y, al mismo tiempo, una de las tareas más difíciles. Durante años se repitió la idea de que existen “señales infalibles” que delatan al mentiroso: desviar la mirada, rascarse la nariz o moverse demasiado en la silla. Sin embargo, la psicología moderna y la neurociencia coinciden en que estos gestos son, en gran medida, un mito. Investigadores como Svein Magnussen y Tore Brennen, de la Universidad de Oslo, revisaron décadas de estudios y concluyeron que no hay un “tic de la mentira” universal. El lenguaje corporal, dicen, es demasiado ambiguo y depende del contexto, por lo que no alcanza para distinguir a un falso amigo de alguien sincero.
La pista más sólida no está en los gestos, sino en las palabras. Estudios recientes, como el dirigido por Coral Dando en el Reino Unido, muestran que las personas que mienten suelen dar relatos más cortos, vagos y pobres en detalles. Una historia con pocos datos verificables —sin nombres, fechas o descripciones concretas— debería encender la alarma. En cambio, quienes dicen la verdad tienden a ofrecer relatos más largos, con complicaciones y matices propios de la vida real. La recomendación de los expertos es sencilla: escuchar con atención el contenido, más que observar cómo se mueve el interlocutor. En ese sentido, buscar contradicciones o inconsistencias entre lo que alguien cuenta en distintos momentos resulta más útil que interpretar un gesto nervioso.
La neurociencia agrega una capa compleja: el poder de la cercanía emocional. Una investigación publicada en Journal of Neuroscience en 2025 demostró que cuando la mentira ocurre entre amigos, el cerebro de ambos sincroniza su actividad de tal forma que el engaño resulta más creíble. Esa sincronía, llamada acoplamiento neural interpersonal, explica por qué nos cuesta tanto sospechar de quienes queremos. La confianza actúa como un filtro que reduce nuestra capacidad crítica, un fenómeno que la psicología denomina “sesgo de la verdad”: tendemos a creer a quienes son importantes para nosotros, aunque nos mientan.
En la práctica, los especialistas recomiendan ser conscientes de este sesgo y no depender de la intuición ni de los estereotipos sobre el cuerpo. Mirar el relato con lupa, verificar datos y prestar atención a contradicciones son herramientas mucho más efectivas. Incluso en contextos de alta presión, algunos estudios han detectado microexpresiones fugaces de miedo en quienes mienten, pero los mismos investigadores reconocen que a simple vista son casi imposibles de captar sin ayuda tecnológica. Por eso, la clave está menos en descubrir una “cara de mentiroso” y más en entender cómo se construye un relato, cómo se sostiene en el tiempo y qué tan coherente es con lo que ya sabemos.
En definitiva, detectar a un falso amigo o una mentira en alguien cercano no es cuestión de magia ni de fórmulas secretas. La ciencia advierte que no hay señales infalibles y que lo mejor que podemos hacer es escuchar con atención, cotejar la información y ser conscientes de que la confianza, aunque valiosa, también puede volvernos más vulnerables al engaño.
1.
Escuchá el contenido, no el gesto: los relatos muy vagos, cortos o con pocos detalles concretos suelen ser signo de falsedad.
2.
Buscá contradicciones: las inconsistencias entre lo que alguien cuenta en distintos momentos son más reveladoras que su lenguaje corporal.
3.
Atendé al sesgo de confianza: solemos creer ciegamente a quienes queremos; mantener un mínimode distancia crítica ayuda a ver señales de engaño.
4.
Desconfiá de la “intuición corporal”: no existen gestos universales de mentira; la clave está en la coherencia del relato, no en la mirada o los nervios.
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