Terror en Villa Castells: una jubilada se desmayó durante un robo
Edición Impresa | 5 de Septiembre de 2025 | 02:44

Una jubilada de 74 años fue asaltada de madrugada en la localidad de Villa Castells, en la Zona Norte de La Plata, donde una banda de tres delincuentes se llevó 35 mil dólares. Lamentablemente la noticia no sorprende a nadie, ya que se sumó a una larga lista de episodios que tienen a los adultos mayores como víctimas predilectas de grupos que actúan con total impunidad.
El hecho ocurrió en una vivienda ubicada en la zona de 11 entre 497 y 498, donde la mujer sufrió una descompensación por el estrés vivido.
Los ladrones irrumpieron de manera sorpresiva, cuando ella le abrió la puerta del patio a su perra, que no paraba de rascarla. Se presume que alterada porque olfateaba y sentía que había gente extraña en el lugar.
En este caso, el instinto animal no falló, porque los ladrones ya habían roto una celosía de madera en busca de un resquicio para adentrarse en la propiedad, de ladrillos a la vista y mucha madera.
Ambientada con gran calidez, la dueña del inmueble pasó en segundos a sentir el ardor del delito.
Se supo que, en medio de fuertes amenazas, los intrusos comenzaron a revisar cada uno de los ambientes y a separar lo que les despertaba interés. Esa tarea les demandó casi dos horas.
La víctima, como tantas otras, había guardado durante años su dinero fruto del esfuerzo y la previsión. El mismo esfuerzo que se convierte en condena: los delincuentes saben que hay desconfianza en los bancos y que en las casas puede haber un pequeño tesoro.
No se trata de un caso aislado. En todos los barrios de la Ciudad, los relatos se repiten con una cadencia que hiela la sangre: jubilados maniatados, golpeados o despojados de lo poco -o lo mucho- que tenían.
Son los nuevos “blancos fáciles” de la inseguridad que avanza sin que las rejas, las alarmas ni las mascotas alcancen para poner un freno.
En este caso no hubo golpes de consideración, pero sí algo peor: la marca invisible del miedo y la certeza de que, puertas adentro, ya no existe refugio seguro.
Por eso, como se dijo líneas arriba, la mujer se desmayó de los nervios y, cuando despertó, descubrió que ya no le quedaba ni un solo billete. Tampoco tranquilidad.
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