Bosque patagónico en riesgo: alertan por la muerte masiva de árboles

Sequías extremas y altas temperaturas están diezmando especies centenarias, advierte un ingeniero forestal de la UNLP. Una red nacional de monitoreo busca comprender el fenómeno y orientar medidas de adaptación

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Los bosques patagónicos, considerados uno de los tesoros naturales del país, atraviesan un proceso de deterioro que alarma a la comunidad científica. Episodios de mortalidad masiva de árboles, asociados a sequías extremas y al aumento de las temperaturas, han sido documentados en distintas regiones cordilleranas. La evidencia acumulada en las últimas décadas muestra que no se trata de un hecho aislado, sino de un proceso en expansión.

El fenómeno fue tema de un encuentro organizado por la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, donde Ricardo Villalba, ingeniero forestal de la Universidad Nacional de La Plata e investigador superior del Conicet en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, alertó sobre la gravedad de la situación.

“La Cordillera, donde tenemos recursos emblemáticos claves, como los bosques y los glaciares, está sufriendo un calentamiento bien marcado”, señaló Villalba al explicar que los niveles actuales de dióxido de carbono en la atmósfera son los más altos en cuatro millones de años.

“Toda nuestra evolución como seres humanos y la de las demás especies en el último millón de años se dio con concentraciones que no superaban las 280 partes por millón; hoy hay 425,51. La comunidad científica está de acuerdo en que tendríamos que volver a 350 partes por millón si queremos que los efectos desfavorables que estamos viendo (inundaciones, sequías, eventos climáticos extremos) no sigan afectando nuestra vida y la de los ecosistemas”, dijo el investigador.

La evidencia reunidas muestra un fuerte cambio en las temperaturas en la región, acompañado por una reducción en las precipitaciones. Mientras que entre 1950 y 1980 apenas hubo dos veranos con lluvias inferiores a 100 milímetros, desde entonces, esa escasez se viene registrando de manera habitual.

“Esto tiene consecuencias sobre la vegetación, ya que aumenta el estrés hídrico, y la mortalidad y el decaimiento de los bosques”, explicó Villalba al contar que uno de los primeros indicios se detectó ya en los años 80 a partir de una llamativa mortandad de cipreses en las cercanías de Bariloche.

Con el paso de los años el panorama se extendió a otras especies características, como la lenga y el coihue. A fines de los 90 ocurrió “una sequía muy marcada, que causó mortalidad de árboles en áreas interiores de la cordillera, como el Lago Mascardi. Allí se ven manchas grises en los coihues, árboles que tenían más de 400 años y que habían sobrevivido situaciones adversas durante siglos”, contó.

La situación se repitió en otros sectores, como la Isla Victoria, donde más del 75% de los árboles murieron tras la sequía del 2000. En 2011 y 2012, episodios similares se registraron en las cercanías de los glaciares Perito Moreno y Viedma. “Esto marca claramente que este efecto del cambio climático sobre los bosques no está limitado al sector norte de la Patagonia”, subrayó el investigador.

Para dimensionar el fenómeno, Villalba y su equipo utilizan la dendrocronología, una disciplina que reconstruye el clima pasado a partir de los anillos de los árboles, lo que les ha permitido medir el crecimiento anual durante los últimos 1500 años. Lo que ha ocurrido en ese lapso es que el crecimiento se mantuvo en un rango relativamente estable, pero ahora tenemos valores que son menos de la mitad (del promedio histórico). No hay en el pasado eventos equivalentes a los actuales”, sostuvo.

 

No hay en el pasado eventos equivalentes a los actuales. Lo que ha ocurrido durante estos 1.500 años es que el crecimiento (de los bosques patagónicos) se mantuvo en un rango relativamente estable, pero ahora tenemos valores que son menos de la mitad”

Ricardo Villalba,
ngeniero forestal investigador del CONICET

 

Frente a este panorama, investigadores de distintas instituciones del sistema científico —Conicet, INTA, universidades— pusieron en marcha una red federal de monitoreo de bosques. “En este momento estamos monitoreando cada 15 minutos su crecimiento en más de 30 estaciones distribuidas en el país para entender cuál es la relación entre el crecimiento de los árboles y analizar qué medidas serían las más correctas para implementar el manejo forestal y adaptación al cambio climático”, detalló Villalba.

La iniciativa incluye no solo a grupos de investigación, sino también a voluntarios preocupados por la salud de los bosques. El objetivo es generar información precisa y de largo plazo para guiar políticas de conservación y manejo sostenible.

 

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