El 18% de los lotes volvió a la labranza
| 9 de Septiembre de 2025 | 13:04

La siembra directa, una de las mayores transformaciones tecnológicas de la agricultura argentina, enfrenta un retroceso. Según el relevamiento de la Red de Manejo de Plagas (REM) de Aapresid, en la campaña 2024/25 un 18% de la superficie agrícola nacional registró algún tipo de labranza, mientras que el 82% se mantuvo bajo este sistema conservacionista.
El informe muestra que las provincias con mayor proporción de lotes labrados fueron Entre Ríos, Chaco y Santa Fe, con más del 20% del área. En Buenos Aires, Santiago del Estero y Córdoba los porcentajes son menores, aunque en términos de superficie representan un volumen mucho más alto.
Uno de los puntos centrales del relevamiento fue identificar los motivos detrás de esta práctica. La REM precisó que más de la mitad de la superficie labrada (53%) responde al manejo de malezas resistentes o tolerantes a herbicidas. En provincias como Chaco, Santiago del Estero y Santa Fe ese porcentaje asciende en promedio al 70%.
El problema adquiere otra dimensión al observar la evolución histórica: desde fines de los años 80, Argentina logró niveles cercanos al 95% de siembra directa, un hito a nivel mundial. La baja al 82% marca una señal de alerta, ya que la labranza puede comprometer beneficios acumulados en más de tres décadas, como la reducción de la erosión, la mejora de la infiltración de agua y la captura de carbono.
Investigaciones de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) en Carlos Casares mostraron que la labranza ocasional no reduce la riqueza ni la abundancia de malezas, sino que solo modifica su distribución en el suelo, enterrando semillas que pueden germinar en campañas posteriores. En muchos casos, remarcan, genera una falsa sensación de control.
Para Aapresid, el desafío es sostener la siembra directa como un sistema integral, con rotaciones diversas, cultivos de servicio y estrategias preventivas. La entidad subrayó que recurrir a la labranza como “atajo” puede comprometer atributos que tardan años en recuperarse, como la estructura del suelo o su capacidad de infiltrar agua.
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