La primera visita de ex combatiente al cementerio

José Taranto tenía 24 años cuando fue trasladado a Malvinas junto al resto del Regimiento de Infantería de Paso de los Libres. Cumplió sus 25 en Puerto Howard durante un ataque aéreo que al caer el sol terminó con la vida de varios de sus compañeros. Ayer, con 42 años, fue el primer ex combatiente en visitar el cementerio de Darwin, donde están enterrados 137 soldados argentinos, muchos de ellos en tumbas sin nombre.
"Aquí descansa un soldado argentino, cuya identidad sólo la conoce Dios" dicen las placas de bronce sobre la mayoría de las cruces blancas que se encuentran en Darwin. Por eso, los familiares de los caídos sin tumba cierta o desaparecidos en acción, que durante los últimos años visitaron ese cementerio, fueron tomando como propias esas sepulturas, y colocando sobre ellas las placas con los nombres de sus hijos, hermanos o esposos.

A unos cien metros por encima del nivel del mar, sobre una colina desde donde se puede ver las treinta casitas del poblado de Darwin, el cementerio de los soldados argentinos parece haber sido construido y conservado con respeto. De hecho, pese al sentimiento antiargentino que hay en las islas, nadie profanó jamás, flores y rosarios y velas que fueron dejando los familiares y que hoy sacude un viento incesante.
Después de una hora y media de viaje desde Puerto Argentino, ahí llegó ayer este medio junto con Jorge Taranto, que fue a visitar las tumbas de algunos de sus compañeros muertos en Puerto Howard, que fue el lugar donde se sufrió el mayor hostigamiento de la artillería naval inglesa. En ese punto llegaron a caer durante la guerra hasta 160 cañonazos por hora.
En silencio y con los ojos congestionados por la emoción, el ex combatiente fue recorriendo cada una de las tumbas hasta que se detuvo en una, donde se agachó a decir una plegaria. Era la de un soldado que se llamó Arturo Fernández Remigio y pertenecía al 5 de Infantería.
"El estaba conmigo en Howard, donde compartimos el aislamiento, la falta de ayuda y los ataques ingleses -contó ayer Taranto-. Nunca nos llegaba la comida y de a poco nos íbamos sintiendo cada vez más débiles. Yo sobreviví, pero él se murió de hambre una tarde en un hospital de campaña. Tenía 19 años y su cuerpo fue traído a Darwin".

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