La revista vuelve a brillar

Florencia de la V, Yuyito González, María Eugenia Ritó, Pamela David, Silvina Luna, Nito Artaza, Jorge Guinzburg y Miguel Angel Cherutti le están dando nuevos bríos a un estilo con una rica historia.

La revista porteña actual atraviesa una etapa muy taquillera. Por un lado, "Diferente!", el espectáculo producido por Gerardo Sofovich, pone en primer plano la figura de Florencia de la V como máxima atracción y por el otro lado "La era del pingüino", "Argentina, todo un show", "Resistiré con humor" (Jorge Troiani, Turco Salomón, Carlos Russo y ahora Yuyito González) son otras de las opciones. Sin las clásica Moria Casán en las carteleras porteñas, el género revisteril marca un cambio con el boom de las "vedettes bonsai". A esto hay que sumar a Antonio Gasalla, que está llevando su show al interior.

La calle Corrientes albergó desde hace muchas décadas una movida llamada teatro de revista. En sus laterales las marquesinas brillantes de glamour invitaban al público a un universo plagado de humor, vedettes exultantes y a obnubilarse con el brillo de las pedrerías artificiales y las plumas acariciando a las féminas con la carne expuesta.

UNO POR UNO

Hoy por hoy, con menos presupuesto, esa movida sigue latiendo en el espectáculo "Diferente!", producido por Gerardo Sofovich y cuya principal atracción es el travesti Florencia de la V. El espectáculo recuerda bastante a la añeja revista por el despliegue escénico de más de cuarenta artistas en escena y por otro lado, aunque la presencia de Florencia hubiera sido impensada en otra época. Por otro lado "La era del pingüino" con Jorge Guinzburg, Miguel Angel Cherutti y Luciana Salazar, es otra opción exitosa, al igual que "Argentina, todo un show" liderada por Nito Artaza y María Eugenia Ritó.

El género revisteril siempre fue desdeñado en comparación con el llamado teatro serio. Sin embargo, quienes le dan vida a esos shows son verdaderos obreros-magos de un universo maravilloso donde los dioses fueron las vedettes supremas Nélida Lobato, Nélida Roca y Thelma del Río y los ilustres capocómicos como Carlos A. Petit, Pepe Arias o José Marrone y que ha dejado como herencia a leyendas vivientes de la revista como Moria Casán, Susana Giménez y Ethel Rojo.

El teatro de revista porteño se cristalizó entre las décadas del 20 y del 30, como resultante de la combinación criolla (con su satírica política, como "Ensalada criolla", que se estrenó en el Podestá en 1898) y la revista francesa (con los chansonniers y las bataclanas). De aquellas puestas que hasta los 70 se despliegan con mucho lujo sobre las tablas del centro de Buenos Aires y también en los teatros de barrio, los actuales elencos de revistas conservan pocos puntos en común. En las épocas doradas en escena había más de cuarenta artistas, el zar del género era Carlos A. Petit y se invertía mucho dinero. Además había dos cómicos principales, dos secundarios y tres cómicos de apoyo, además de vedettes, bailarines, modelos y hasta una orquesta en el foso.

LA REVISTA SIEMPRE ESTA

La gran vedette Ethel Rojo está atravesando una etapa de gran dolor porque luego de un intenso trabajo para montar el show revisteril "Buenos Aires al Rojo vivo" (teatro Premier) padeció que se lo levantaran a un mes de haber subido a escena por desprolijidades de la producción. Recuperándose de una neumonía habló de la actual revista porteña: "La revista se fue, volvió, murió, resucitó, atraviesa un eterno momento cíclico. Quien trajo el género revisteril a la calle Corrientes fue Nito Artaza. No creo que haya un boom de la revista, porque no es un momento económicamente bueno y, aunque haya un nuevo tipo de verdad, la realidad es que ninguna figura llena teatros".

LA ERA DE LOS ESCANDALOS

En la era de los escándalos mediáticos, las aspirantes a vedettes en vez de esforzarse para descollar en los escenarios pasaban más horas en el gimnasio para endurecer el cuerpo, conseguían un cirujano amigo que les hiciera el cuerpo perfecto. Por canje conseguían prótesis mamarias, lipoaspiraciones, achicamiento de cintura y narices de Barbie y durante el día visitaban los programas chimenteros para sacar las uñas de gato y pelearse acaloradamente con sus enemigas platinadas de turno. En vez de lucir suntuosas prendas traídas de Europa las vestían casas baratas de Once. Menos caderonas y con menos altura que las vedettes de otros tiempos, en cuerpos del tamaño bonsai, porque no alcanzan el metro sesenta, las nuevas vedettes condensan curvas muy pronunciadas en frasco chico.

Así se sucedían a diario las inolvidables guerras de vedettes, peleas encendidas entre Mónica Ayos y Marixa Balli, entre Marixa Balli y Yanina Zilly, entre Zilly y Alejandra Pradón, las inolvidables disputas entre Moria Casán y Graciela Alfano con piquito en son de paz como corolario y Silvia Süller contra todas. Süller fue quien creó el término despectivo "queni" para definir a las supuestas vedettes que ni bailaban, que ni cantaban y que ni actuaban.

Una creencia nacional indica que toda mujer soñaría con ser vedette, ser admirada por hombres y mujeres, tener el cuerpo perfecto y bajar cual diosa del Olimpo las escaleras de un teatro de revista. Pero detrás de esa fantasía hay una realidad y que indica que una vedette debe laburar como una obrera del arte escénico para mantenerse en ese podio de luminarias, plumas y show nocturno y permitir que siempre se enciendan las luces del viejo varieté en la caótica, cambiante y ciclotímica revista porteña.

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