Dramático pedido de madre que espera su noveno hijo

Está embarazada y decidió junto a su marido entregarlo en adopción. "No tengo para darle de comer", dice

Dramática. Así es la situación que por estas horas vive Beatriz López junto a su marido y sus ocho hijos. Tan dramática y angustiante que, sin saber que hacer, la llevó a tomar la decisión de ofrecer en adopción al hijo que está esperando y, con una nota desesperada, comunicarse con EL DIA para explicarlo: "Estoy embarazada de 6 meses y quería ver si alguien quiere adoptarlo. Yo tengo 8 chicos más y no puedo darle de comer, no puedo".

La idea de entregar a su noveno hijo fue amargamente pensada y aceptada por Alberto Flores, su esposo, con quien comparte pobreza en una casilla de piso de tierra de la zona de Olmos. "No quiero que el bebé sufra como sufren mis hijos cuando pasan hambre o duermen en el piso sin nada con qué taparse -contó ayer Beatriz-. Mi marido es changarín, trabaja en las quintas. Pero con la lluvia no pudo hacer nada y tuvimos que vender hasta las camas, la mesa y el televisor para subsistir. Los chicos pasan muchas necesidades y no quiero lo mismo para el que viene".

La historia de necesidades tiene para ella tantos años como su propia vida, 36. Nació en Lavalle, un pueblito de Corrientes donde la pobreza familiar la empujó desde muy chica a trabajar en las cosechas. Cuando conoció a su marido, un peón de campo que también lidiaba con la miseria cotidiana, empezó cada tanto a viajar para La Plata con el propósito de seguir trabajando en otro lugar. Aquí la pobreza tampoco la abandonó. Trabajó durante años en las quintas de la periferia platense y se instaló en una casa dada por el patrón de turno. Pero él se volvió a Bolivia y, desde hace un año, Beatriz decidió dejar Corrientes para radicarse en nuestra región con su marido y sus ocho hijos.

Sin embargo, como si fuera una sombra, la pobreza los persiguió y los fue empujando a una realidad acaso inimaginada por Beatriz en su Corrientes natal. Dejar de ser peones "golondrina" sólo hizo sedentaria su miseria y ahora, varios meses después de su llegada a La Plata, ella y los suyos comparten un humilde cuarto de una casa a medio construir prestada por un amigo. "Esta casa la tenemos que devolver en un mes -cuenta Beatriz-. Ya no tengo nada para vender, ni tampoco un lugar a dónde ir".

Las preocupaciones, para colmo, crecen y se multiplican con el correr de los días. Hasta el momento, ninguno de sus hijos pudo comenzar las clases por falta de vacante y de útiles escolares. "Yo siempre los tengo conmigo -relató Beatriz-. Y los dos más grandes, cuando pueden, acompañan al padre para trabajar en las quintas y ganar unos 30 pesos. Siempre trabajé y apenas pude terminar el tercer grado. Pero ahora tengo miedo de dejar a mis hijos solos".

El esporádico trabajo de su esposo, un plan asistencial de 150 pesos y las viandas de un comedor comunitario, son los recursos del núcleo familiar para subsistir. "A mis hijos le dan la comida, pero siempre comemos acá todos juntos. Por suerte somos todos sanitos". Sus hijos desconocen el destino que Beatriz planifica para el bebé. "No quiero decirles nada -explica-. Los únicos que lo sabemos somos mi marido y yo; ellos ya sufren demasiado. Si tuviera algo no me desprendería de mi hijo; me da mucha lástima pero qué voy a hacer. Si no tengo ni ropita para ponerle. Yo pienso que en mayo ya puede nacer. Si alguien lo adopta tal vez pueda vivir con una familia que le de lo que nosotros no tenemos". Cuando dice esto, Beatriz hace una pausa y parece pensar algo. "Que le dé comida y que lo quiera", agrega enseguida, casi con timidez, pudorosa y sin dejar de tocarse la panza.

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