Ratificó su linaje copero con un aluvión de fútbol radiante

Vencer con autoridad a un equipo fuerte del continente americano, sólido y respetado, tanto adentro como afuera de su país, siempre encierra un ramillete de méritos imposible de soslayar. Pero hacerlo por tamaña diferencia, de aciertos en la red, de riqueza técnica, de concentración, de actitud colectiva ganadora, de rendimientos individuales muy destacados y de juego asociado, fundamentalmente, ya eleva la resonante conquista a un espacio de la memoria reservado para los impactos célebres.

Lo apreciado el último miércoles por la noche, merece ser separado a una distancia apreciable del resto de las producciones de Estudiantes en lo que ha transcurrido del almanaque 2009.

El triunfo fue excelente desde todo punto de vista. Significó un enorme salto de calidad con respecto a la traicionera irregularidad que lo venía privando de desempeños convincentes. Andújar, Cellay, Desábato, Braña, Verón, Gastón Fernández y Sánchez Prette resultaron intérpretes destacados de un equipo sin boletines preocupantes. Brillos aparte (la "Brujita" y el "Chapu" rozaron la brillantez), todo el equipo funcionó como tal. Iberbia mejoró bastante la imagen dejada en el clásico y la gente se lo reconoció. Enzo Pérez fue partícipe necesario de ese toqueteo veloz y preciso en tres cuartos de cancha; Benítez, fiel a su personalidad, combinó habilitaciones envidiables con algunas entregas comprometidas, que le valieron varias recriminaciones. Boselli, mientras tanto, trató de disimular con empeño su entendible desesperación por escaparse del laberinto sin gol donde se ha extraviado.

Extremadamente serio y reflexivo como es, Alejandro Sabella debe albergar en su ánimo un volcán de orgullo que él mismo se encargará de enfriar. Solo, sin micrófonos ni cámaras indiscretas, parado frente al espejo de su casa donde se afeita todos los días, quizás "Pachorra" le confiese a su propia imagen la satisfacción que le genera haber tutelado una victoria de semejante envergadura.

OPERACION TRIUNFO

Penúltimo en el torneo Clausura y todavía fresca la tinta utilizada para escribir la crónica del final de ciclo de Leonardo Astrada, Estudiantes evidenció una mejoría que provocó delirio entre sus fieles. Hace un mes y medio, este partido que ganó con absoluta autoridad presentaba los nada agradables rasgos de un fantasma. Sin traumas ni señales dubitativas, aniquiló al cuco del grupo 5 de la Copa Libertadores y su autoestima trepó hasta la cima del Aconcagua.

Así como una caída vergonzante puede provocar daños irreparables, un éxito redondo es capaz de despertar potenciales adormecidos. Si lo sabe explotar, el futuro inmediato del Pincha puede depararle signos de recuperación que nadie sabe hasta dónde pueden llegar. Perdón por el lenguaje de horóscopo dominical, pero el fútbol radica buena parte de su tremendo poder de seducción en la presencia de un condimento imprevisible.

Hacía rato que no se lo veía así, "hambriento", con agresividad bien empleada y eficaz en todas las líneas. Le rindió culto a su linaje copero. Lo engordó con cuatro cucharadas repletas de fútbol dinámico y, de paso, se permite soñar con un andar más acorde a su jerarquía. Pedir más, le hubiera significado caer en el pecado de la avaricia.

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