La despedida de un estoico

Horacio Preler no cree en la eternidad. Esta certeza hace que la conciencia de la finitud sea la materia de La vida se interroga. Conciencia expresada con un lenguaje leve y denso al mismo tiempo. Convocados por el poeta, determinados elementos se convierten en símbolos del paso del tiempo. De su fugazidad imposible de revertir.

Allí están, omnipresentes, la sombra, los espejos, lo relojes, lo oscuro y los recuerdos imborrables que acompañan al hombre hasta la partida definitiva. Es un libro doloroso, pero no desgarrado. En el mundo de Preler no hay crueldad, a menos que se considere a la melancolía una forma de la violencia.

Su poesía no grita, susurra. Lo invita al lector a detenerse y pensar en lo efímero de todo lo que creemos eterno. El amor perdido y la soledad inevitable, son las columnas que sostienen esta poesía en la que el silemcio reemplaza al grito. Coherente, Preler construye su obra con la sutileza de un orfebre. Para comprenderlo hay que saber leer lo que no está escrito.

Al leer el último poema y cerrar el libro es inevitable sentir que estamos ante una despedida. Un adiós sin temor ni temblor, sin reproches ni remordimientos. El adiós de un estoico. Para asomarse al alma de este libro (porque los libros tienen alma) es indispensable leer un poema que resume el sentimiento y el pensamiento del hombre que lo escribió.

"Los días son un dolor que no cesa/ materia que el cuerpo ha despreciado/ La mano tendida hacia la nada,/ yaciendo como un amante solitario/, se acurruca el sueño/ Los buenos mueren/ yacen en el cofre oscuro del misterio donde reposa el cuerpo/ y el alma encuentra su frontera".

Luis Pazos

La vida se interroga

Horacio Preler

Ediciones Al Margen

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