Celos enfermizos: un trastorno que “no deja vivir”

El casamiento de la llamada “mujer más celosa del mundo” reabrió el siempre sensible tema de las parejas destruidas por la desconfianza de uno de los dos. ¿Se puede vivir con un enfermo de celos? ¿Tienen cura?

Mucho antes de que se hablara de celotipia o de un trastorno enfermizo, en los albores del siglo XVII, el genial William Shakespeare sabía bien lo que era la desconfianza en la pareja y lo demostraba con su contrariado personaje de Otelo, el moro de Venecia, quien poseído por unos celos de locura terminó matando a su esposa Desdémona. Sin llegar a ese punto extremo y casi cuatro siglos después, ahora la escocesa Debbi Wood, también conocida como la mujer más celosa del mundo, se casó en las últimas horas y confesó que sigue luchando contra lo que los propios médicos le diagnosticaron como síndrome de Otelo. Y no es fácil: pese al amor, Debbi reconoció que obliga a su flamante esposo a que se someta al detector de mentiras cada vez que regresa a casa, además de revisarle los mails, las cuentas bancarias y prohibirle ver fotos de mujeres en todo momento. No es fácil: ¿se puede vivir así?

BAJO SOSPECHA

“Los celos pueden ayudar a construir un vínculo -dice la psicóloga Lidia Berenz, especializada en terapia de familia-, pero se debe tener muy en claro el límite entre una inseguridad típica de cualquier relación sana y un celo enfermizo, patológico. No es lo mismo y hay diferencias muy claras. Yo trato de descreer de los títulos nuevos que se le dan a patologías bastante viejas. Podemos llamarlo Otelo o como se quiera, pero lo ideal siempre es intentar dar con la causa que genera esa inseguridad, esa sospecha, si es que en verdad se trata de una inseguridad, porque muchas veces la desconfianza habla más de quien la siente que de quien es sospechado”.

Para la psiquiatría existen diferentes patologías que tienen como síntoma principal los celos, y el delirio celotípico es su forma más grave de presentación. El síndrome de Otelo, como se lo suele llamar para casos como el de Debbi, es una patología delirante que tiene como manifestación la idea incuestionable de deslealtad de la pareja. Quien lo padece encuentra indicios de infidelidad en argumentos o acciones absurdas.

“El enfermo de celos construye generalmente su propia realidad -explica Berenz-, y desde ahí acusa convencido al otro. Hay que entender que no miente. El que cela es la primera víctima de este mal, aunque tal vez sea el otro quien termine sufriendo sus peores consecuencias”.

Aunque puede aparecer en ambos sexos, este síndrome es más frecuente en los hombres. La razón fundamental tiene bases psicológicas y culturales. El apego real y simbólico a la figura de la madre, se apunta, actuaría inconscientemente generando sentimientos ambivalentes de amor-odio hacia las demás mujeres.

La cultura también impone sus reglas: en estos sujetos la idea de poder, dominación y fuerza sobre la figura femenina es imperante. Ellos quieren mujeres que se sometan a sus reglas y cualquier conducta de autonomía de parte de ellas es vivida como sospechosa.

“El conocimiento de los celos siempre ha sido muy vasto en el universo literario”, aporta el psiquiatra Jorge Folino, para quien en los últimos quince años, con el avance de las neurociencias y del conocimiento del sustrato neural de las emociones, “se ha logrado una configuración e identificación bastante nítida de los diferentes delirios celotípicos”.

Walter Ghedir, un psiquiatra y sexólogo argentino reconocido en Europa, detalla que quien sufre el síndrome de Otelo “está obsesionado con la idea de la infidelidad y muestra una serie de conductas que se manifiestan tratando de buscar pruebas que lo demuestren, por ejemplo entrando en su computadora o mirando el teléfono celular de su pareja. También puede mostrarse violenta o humillar al otro”. El profesional, incluso, detalló que en casos extremos la persona que padece del trastorno puede llegar a matar al objeto de sus celos. “Cuando se llega al extremo del homicidio -aclaró- es que existe otro tipo de personalidad patológica de base como la paranoia o un delirio celotípico”.

La manera de tratar el síndrome de Otelo, como dice Berenz, es buscar las causas que lo provocan, y en sintonía con la profesional local el propio Ghedin explica que los celos no son necesariamente patológicos, dado que, según describe, forman parte del capital de emociones que toda persona tiene. “Se consideran síntomas de un trastorno psiquiátrico solo cuando dominan al sujeto e interfieren notoriamente en su vida de relación y en el resto de sus ocupaciones”, subraya.

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