Idomeneo, vieja apuesta como nueva en el Colón

ESCENA DE “IDOMENEO, RE DI CRETA”, ÓPERA EN TRES ACTOS DE MOZART, PRESENTADA EN EL COLÓN

“Idomeneo, re di Creta”, ópera en tres actos. Música: W.A. Mozart. Libreto: G. Varesco, basado en el texto de A. Danchet. Coro y Orquesta Estable del Teatro Colón. Regié: J. Lavelli. Dirección musical: I. Levin. Escenografía: R. Sánchez Cuerda. Elenco: Richard Croft (Idomeneo), Verónica Cangemi (Ilia), Jurgita Adamonyté (Idamante), Emma Bell (Electra), Santiago Ballerini (Arbace), Iván Maier (Sacerdote), Mario de Salvo (La Voz). Teatro Colón.

Por NICOLAS ISASI

En el Teatro Colón se presentó Idomeneo (1781), ópera que compuso Mozart a los 25 años, y fue olvidada por mucho tiempo siendo una de las menos representadas. La historia se ubica en Creta, tras la Guerra de Troya. La despojada puesta de Jorge Lavelli (director escénico) demostró que los trajes y desplazamientos de los personajes conforman un código común como espacio escénico.

Sin embargo, la puesta dejó entrever algunas imperfecciones: desde varios afores inesperados, hasta partes de una desprolija escenografía donde los bruscos movimientos del armado y desarmado de trampas, produjo ciertos ruidos molestos. De todas formas, su extrema simpleza logra una gran cantidad de cambios y profundiza las relaciones de estos personajes que Mozart plantea desde lo musical. El vestuario, sobrio con colores bordeaux, celeste y dorado en sus protagonistas y grandes telas unían al coro generando movimientos en masa. Se destaca el traje negro y dorado de Electra con una imponente cola, cargada por un cortejo que la sigue a cada paso. Quizás el mayor problema radica en la presentación por parte del teatro como una “Nueva Producción del Teatro Colón”, cuando se trata de una puesta realizada con anterioridad.

Corría el año 1975 y Lavelli hacía una puesta de Idomeneo para el Teatro Musical de Angers, en Francia con escenografía y vestuario de Max Bignens. Luego de haber leído sus libros, fue decepcionante que con la cantidad de recursos humanos y técnicos que tiene el Teatro Colón, se haya hecho una puesta a modo de reposición sin avisar al público, siendo que es un claro espejo de aquello que subió a escena hace más de 3 décadas. ¿Será que la gente olvida demasiado rápido o es que el público se renueva constantemente? Sabiendo lo difícil que es hacer ópera, y aún más en Argentina, recordaba las propias palabras del director cuando describía la escenografía en uno de sus libros.

Cito: “El suelo presenta una pronunciada pendiente; al fondo, un telón blanco tiene tres aberturas. Los tabiques laterales se deslizan sobre los hilos tendidos en la parte superior del escenario, ampliando o estrechando el espacio del juego escénico. (…) El escenario completamente desnudo representa la costa sobre la que desembarca Idomeneo. Cuando cambia el cuadro la jaula se levanta; una vez más el puerto queda representado por el escenario desnudo, en el cual se abre un escotillón donde entran los hombres-barcos; un suelo más inclinado, sobre el cual se coloca el trono de Electra, basta para evocar el embarcadero”. No dudo de la creatividad y capacidades del maestro Lavelli, pero quienes hayan visto la obra esta semana, entenderán la actualidad de esa descripción realizada 35 años atrás.

La gente se quejaba de los tiempos largos y del folleto tríptico entregado en vez del programa habitual. En términos musicales, el coro comenzó un poco desfasado de la orquesta, pero se supo acomodar de forma correcta avanzado el primer acto. El aria “Fuor del mar” interpretada por el tenor mozartiano Richard Croft (Idomeneo) se escuchó exigida y con falta de proyección. A pesar de esos desajustes, durante el segundo acto, sobresale un exquisito conjunto camarístico de oboe, flauta y fagot. La soprano Emma Bell sorprendió con su caudal y una convincente actuación siendo la más aplaudida por el público. Mario de Salvo, Santiago Ballerini e Iván Maier demostraron, como de costumbre, sus grandes capacidades actorales y vocales.

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