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Opinión |ENFOQUE

El futuro de Brasil, en la encrucijada del cambio

13 de Septiembre de 2014 | 00:00
El futuro de Brasil, en la encrucijada del cambio

Por FERNANDO H. CARDOSO

No es la primera vez que Brasil se ve desafiado por las encrucijadas de la historia. Los electores escogieron caminos de cambio, unos bien pavimentados, otros potencialmente accidentados. Mantener las cosas como están no es una buena alternativa, como ya está claro para la mayoría.

No es secreto para nadie que la candidata Dilma Rousseff (presidenta en ejercicio hasta el 1º de enero de 2015), independientemente de las buenas intenciones que tenga - y sí que las tiene- se embarcó en una desviación que le está costando mucho al país y a ella misma.

A partir de la crisis de 2008, todavía en el gobierno de Lula da Silva, como todopoderosa ministra, Rousseff y su actual ministro de Hacienda, Güido Mantega, así como otros ideólogos, definieron una ‘’nueva matriz económica’’ para Brasil. Sucedió que la nueva matriz era vieja y no produjo el hechizo esperado.

EL MILAGRO QUE NO FUE

Se repitió el error de pensar que mezclando ingredientes (liberación del gasto público, política monetaria permisiva, crédito público a manos llenas, exenciones fiscales aquí y allá, micro administración de las decisiones gerenciales, etcétera) y agitando el caldero de la política económica, el gobierno lograría el milagro del crecimiento continuo y la felicidad general del pueblo. Las preocupaciones contrarias fueron consideradas fórmulas viejas, ‘’ortodoxas’’, monetaristas, sometidas al Fondo Monetario Internacional, tendientes a llevar a cabo el ajuste fiscal a costa del pueblo.

Los resultados están a la vista en el peor de los momentos: la temporada electoral. El producto interno bruto no crece, más bien se contrae y la inflación roza el tope de la meta y no la sobrepasa solamente porque hay precios reprimidos artificialmente por el gobierno; la industria disminuyó de tamaño y está perdiendo competitividad y las inversiones se desploman junto con la confianza de las empresas en el gobierno.

Por supuesto, el superávit primario cambió poco, a pesar de los artificios contables y de los “ánimos fiscales’’; los bancos públicos, llamados a inyectar anabólicos crediticios y a financiar el voluntarismo del gobierno en el sector eléctrico, se encuentran expuestos a créditos de calidad dudosa, generando deudas adicionales sobre la situación fiscal del país; la compañía de petróleo Petrobras y la de Electrobras (Centrales Eléctricas Brasileñas, S.A.), igualmente sometidas al voluntarismo gubernamental, han perdido valor y capacidad de inversión; las reservas del Banco Central se encuentran comprometidas por los ‘’swaps’’ cambiarios (casi 100,000 millones de dólares), y así sucesivamente. ¡Cáspita!, como decían en las historietas de los años 1940, es un embrollo al que no se le puede poner ningún pero.

Ante esta situación, ¿qué propone la candidata? Lo mismo, pero con más propaganda. Desgrana un rosario de realizaciones sin darse cuenta de que el callo aprieta en la mala gerencia, en el apoderamiento desenfrenado de la administración por partidos políticos, en la baja calidad de los servicios públicos en materia de salud, educación y transporte, y en los casos de corrupción sistémica, en las obras inconclusas y en el desperdicio del dinero público. Ah, sí, también en los impuestos que, además de ser elevados, están mal utilizados. ¿Da para ganar elecciones de esa manera? El mismo Lula parece arrepentido de indicar candidatos-postes cuyas luces no ascienden.

DESAFIO OPOSITOR

De ahí que la responsabilidad de construir caminos hacia un mejor futuro recaiga en los hombros de la oposición, que se encuentra ante una encrucijada. Un camino apunta a una avenida pavimentada por la experiencia, por realizaciones; otro, como se hace en la promoción de las empresas inmobiliarias, muestra fotos de maquetas tomadas con lentes gran angular: lo mejor aparece bien enfocado y la dimensión de las dificultades reales se esfuma en el horizonte. La cuestión no es la foto de partida, es el recorrido que lleva a una construcción sólida.

En la tradición personalista de siempre (¿sería de la política vieja?), los datos electorales parecen mostrar la formación de una marejada. Las intenciones de la candidata socialista son buenas pero el político, ya lo decía el economista político alemán Max Weber (1864-1920) hace un siglo, no es como el predicador. A éste le bastan la convicción y las buenas palabras. Como en los Evangelios: ‘’Aquel que creyere en mí encontrará la salvación’’.

Pero el político, además de la fe, necesita construir los caminos de la ‘’salvación’’, que siempre será terrenal y por ende imperfecta. El desafío está en el hacer y no en las palabras. Hay ‘’buenos’’ y ‘’malos’’ entre la gente, así como hay lados ‘’buenos’’ y ‘’malos’’ en una misma persona. Se justifican las comillas porque hay valores e intereses que para unos son ‘’buenos’’ y para otros son ‘’malos’’.

MAS ALLA DE LAS PERSONAS

Además de eso, en la política no se trata sólo de las personas sino también de lo que representan. En la vida pública, el objetivo no es unir a los ‘’buenos’’ y alinearlos contra los ‘’malos’’ en un encuentro definitivo. Se trata de organizar las fuerzas alrededor de ideas e intereses que, aunque sean contradictorios en algunos puntos, puedan armonizarse y formar una mayoría para gobernar por un periodo determinado en torno de objetivos claros que, de ser alcanzados, beneficien al país.

¿Sería capaz de tal proeza, en caso de que venciera, la candidata Marina Silva (senadora por el estado de Acre y afiliada al Partido Socialista Brasileño)? Ojalá, pero todavía queda una incógnita. Sin negar sus méritos personales y políticos, es muy reciente su conversión a algunas de las tesis apoyadas desde hace tiempo por la oposición que no teme decir su nombre.

Aécio Neves (del Partido de la Social Democracia Brasileña) representa a esa oposición que ha estado unida desde hace muchos años. Sobre su capacidad de movilizar y coordinar equipos técnicos, organizar y dirigir mayorías políticas, no cabe la menor duda. Él la ha demostrado reiteradas veces como diputado federal, presidente de la Cámara y gobernador del estado de Minas Gerais.

En fin, ¿elegiremos el camino más seguro o, en la inercia de la vieja tradición personalista, nos embarcaremos en dirección de mares jamás surcados?

Aunque la opción actual sea diferente de otras que nos llevaron a estancamientos y desastres en el pasado, prefiero mantenerme firme al lado de quien ya pasó por pruebas que lo capacitan a gobernar con grandeza, con competencia y para obtener los apoyos necesarios para sacar al país del laberinto de Lula y de los miembros del Partido de los Trabajadores.


(*) Sociólogo y escritor, fue presidente de Brasil desde el 1º de enero de 1995 al 1º de enero de 2003.

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