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Información General |A 30 AÑOS DE UN CASO POLICIAL QUE CONMOCIONO AL PAIS

Los Puccio: el boom alrededor de una familia que fue sinónimo de horror

Vida y crímenes del clan familiar que por estos días es objeto de una película, un libro y una serie de televisión

16 de Agosto de 2015 | 02:50

Encarnaban muchos de los valores que a principios de los ochenta eran los de una familia digna de imitar. Arquímedes, el papá, era un profesional que se ocupaba de ofrecerle a los suyos las comodidades de una vida de clase media alta; Epifanía, su esposa, un ama de casa que había criado a cinco hijos de manera ejemplar; y los propios chicos, alumnos de prestigiosas escuelas y deportistas destacados con un futuro sin duda prometedor. Pero sin dejar de ser una “familia bien” de San Isidro, los Puccio se dedicaban a su vez a secuestrar y asesinar a personas de su entorno cercano. El secuestro extorsivo era su rubro familiar, un rubro que ejercían con frialdad, empeño y precisión.

Protagonistas de un drama sangriento

Acaso ese doble crimen, el de cometer los peores delitos siendo una familia respetable y no una marginal, hizo que el país entero se conmocionara cuando a mediados de los ochenta el caso salió a la luz. Y de hecho lo sigue haciendo aun hoy. A poco de cumplirse treinta años de la detención del clan y cuando gran parte de sus integrantes ya están muertos, los Puccio reencarnan por en estos días un notable boom.

Tras la reciente publicación de “El Clan Puccio, la historia definitiva”, un libro que reconstruye la historia de sus crímenes partir de una entrevista con su jefe, el jueves pasado se estrenó en los cines argentinos una película de Pablo Trapero que indaga en la vida íntima de la familia, y el mes que viene se presentará en televisión una miniserie sobre el mismo tema producida por Sebastián Ortega para Telefé.

Pero si treinta años más tarde el caso sigue generando un fuerte interés no es sólo por su doble moral sino por el misterio que persiste en torno a él. Se sabe que entre 1982 y 1985 los Puccio cometieron cuatro secuestros extorsivos y asesinaron a tres de sus víctimas, pero no se sabe cómo llegaron a hacerlo ni qué pasaba realmente dentro de esa casa, ya que sus integrantes jamás reconocieron su responsabilidad. Según sostienen algunos criminalistas, no se conoce en el mundo un caso igual.

LOS SECUESTROS

Aunque Arquímedes Puccio ya había sido acusado de participar en la captura de un ejecutivo de Bonafide en 1973, el primer secuestro que llevó a cabo en familia tuvo lugar en julio de 1982. Su víctima, Ricardo Manoukián, un joven de 23 años hijo de los dueños de los supermercados Tanti y compañero de Alejandro Puccio en el Club Atlético San Isidro (CASI), donde ambos jugaban al rugby.

Manoukián fue secuestrado en la calle con la complicidad del propio Alejandro, el hijo mayor de los Puccio, lo que determinó de entrada su final. Tras permanecer nueve días atado en una bañera en el sótano de la casa de San Isidro donde vivían sus secuestradores, el joven fue asesinado de tres tiros en la cabeza luego de que su padre pagara un rescate de 250 mil dólares.

Un año más tarde los Puccio llevaron a cabo un secuestro similar. En este caso su víctima fue Eduardo Aulet. También conocido de Alejandro Puccio del Club, acababa de recibirse de ingeniero y llevaba seis meses de casado cuando lo secuestraron el 5 de mayo de 1983 en la esquina de Austria y avenida del Libertador. Su familia pagó un rescate de 150 mil dólares pero nunca lo volvió a ver. Su cuerpo apareció cuatro años más tarde en un descampado de la localidad de General Rodríguez.

A diferencia de las dos víctimas anteriores, la tercera no era un conocido de Alejandro sino de Arquímedes. Emilio Naum tenía 38 años, era dueño de dos empresas de ropa y llevaba un buen pasar. En junio de 1984 detuvo su auto al ver que Puccio le hacía señas pero advirtió una maniobra extraña e intentó escapar. Lo asesinaron de un disparo en la cabeza en el mismo lugar.

El secuestro fallido de Naum ya había puesto a la policía sobre la pista de Arquímedes Puccio cuando en 1985 capturaron en la calle a la empresaria Nélida Bollini de Prado, la única víctima que no era de su entorno y la última persona secuestrada por el clan. La mujer llevaba más de un mes de cautiverio en el sótano de la casa de los Puccio cuando la noche del 23 de agosto de 1985 la policía logró rescatarla con vida.

DETENCIONES Y CONDENAS

Mientras que Alejandro Puccio fue detenido por la policía en su propia casa durante el operativo que permitió la liberación de Nélida Bollini, su padre y su hermano cayeron esa misma noche al intentar cobrar el rescate de la mujer. Salvo Adriana, la hija más chica que por entonces era menor de edad, toda la familia fue a parar a prisión aunque algunos de sus integrantes fueron absueltos poco después.

Pese a no reconocer jamás su responsabilidad sobre los crímenes y alegar que fue forzado por una organización política, Arquímedes Puccio fue condenado por la Justicia a reclusión perpetua más accesoria por tiempo indeterminado. Sin embargo al cumplir 23 años de prisión fue beneficiado por el régimen del 2X1 que le otorgó la libertad condicional. Repudiado por su familia, se mudó entonces a la casa de un pastor evangelista en General Pico, La Pampa, donde murió en mayo de 2013 a los 84 años de edad.

Tres meses después de que cayera su familia y mientras sus antiguos compañeros de equipo celebraban un nuevo campeonato del CASI que él mismo había ayudado a conseguir, Alejandro Puccio intentó suicidarse tirándose desde el quinto piso del Palacio de Justicia el día que debía declarar. Las heridas sufridas fueron terribles pero sobrevivió lo suficiente para que la Justicia lo condenara a reclusión perpetua y llegara a cumplir 23 años de prisión. Falleció en 2008 producto de las secuelas físicas que le dejó aquel episodio.

En tanto, su hermano Daniel, dos años menor que él, fue condenado sólo por el último de los cuatro secuestros ya que se encontraba en Australia al ocurrir los otros tres. Estuvo tres años en la cárcel y fue liberado. Tiempo después se dictó una nueva orden de captura pero nunca se lo encontró y permanece prófugo desde entonces; se supone que en Brasil.

Si bien las mayores condenas dictadas por la Justicia recayeron en ellos tres, para las familias de las víctimas y algunos investigadores no habrían sido menos responsables de los crímenes el militar retirado Rodolfo Franco y sus amigos Guillermo Fernández Laborde y Roberto Oscar Díaz; así como también el resto del grupo familiar.

Y es que, como plantea Rodolfo Palacios, autor del último libro sobre el clan Puccio, “¿puede una familia no saber que en el sótano de su propia casa hay personas secuestradas? ¿No veían movimientos raros? ¿No oían ruidos extraños? ¿Quién les cocinaba a los prisioneros?”. Ninguna de esas preguntas tiene respuestas aun treinta años después

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