Entre fotos, frases, recortes viejos y trajes colgados, el espanto

El color verde agua de la pared de afuera podría anticipar delicadeza o buen gusto, pero la refutación empieza por la enorme cruz negra pintada en la puerta vieja de madera. En un pasillo al fondo de 36 entre 13 y 14 hubo un pedazo de infierno durante casi una semana entre fines de octubre y principios de noviembre.

El aspecto y el pésimo estado de mantenimiento de esa casa concuerdan por completo con el espanto que ocurrió ahí dentro. Hubo vecinos que aseguraron que Néstor Monzón, el fisicoculturista preso por secuestro y abusos, no es el dueño de ese lugar. ¿Alquilaba? “Tampoco, estaba usurpando y los dueños no podían hacer nada por el miedo a las amenazas de muerte”, lanzaron.

EL DIA tuvo acceso a ese interior tenebroso. En varios espejos hay pegadas un montón de fotos. Muchas son de un nene en sus distintas etapas de crecimiento, que sería el hijo de Monzón. Casi en la misma proporción se ven sus propias imágenes, acompañadas de recortes de diarios de las distintas notas que se publicaron de él. Todas referidas a las artes marciales, ninguna de la sección policial.

El desorden y la suciedad son dos denominadores comunes en todo el departamento. Además del recibidor y de una cocina, está su habitación con tres colchones -donde habría sucedido la mayoría de las violaciones- y varios trajes, que presuntamente usaba en su trabajo de patovica.

alardes y conflictos

En otro ambiente se ve una camilla y algunas pesas. Al parecer las usaba para su entrenamiento personal, aunque “a mucha gente le decía que ese era su gimnasio”. Monzón habría vivido allí por lo menos unos diez años. La relación con la gente de la zona siempre fue tumultuosa. De nuevo, nadie se animaba a hacerle frente por pánico, sobre todo por su alarde habitual de tener “contactos” y ser alguien “pesado”.

Los techos negros por la humedad, algunos pósters de Elvis Presley y de Ringo Bonavena, el olor penetrante en el baño, sus siete pares de zapatos y una parrilla que hace tiempo no se usa son sólo algunas muestras de la desidia generalizada que domina esa casa.

“La música fuerte y los gritos” de Monzón condimentaban el lugar de manera asidua, según contaron en el barrio. Eran sus actitudes habituales, que se acentuaban aún más cuando algo le molestaba, por ejemplo, las mascotas de los vecinos. Richard, el perro mestizo del fisicoculturista, todavía da vueltas por el pasillo del PH. Los vecinos ya se encargaron de adoptarlo.

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