Alumnos del Albert Thomas dieron vuelo a la imaginación y llevaron un auto al cielo
| 20 de Noviembre de 2016 | 01:35

Es una historia más. De docentes que jamás bajan los brazos y directivos que los apoyan al cien por ciento. De profesores y directores que le hacen frente cada día a las adversidades del sistema educativo. De muchos chicos desganados, que van al colegio por obligación, y al tiempo piden quedarse después de hora para seguir trabajando en un proyecto. Un proyecto que el profe ideó para estimularlos. Y que en este caso tomó vuelo, como lo hizo el entusiasmo de los alumnos que armaron, en los talleres del Albert Thomas, un vehículo “volador” y otro eléctrico. “El año que viene vamos por más, por el auto eléctrico”, dispara el maestro Jorge Dall Argine. Será la continuación de la historia.
Esta empezó “hace unos dos años, ¿más o menos no?”, le pregunta Dall Argine a un compañero, en el hall central del colegio de 1 y 58, donde hasta el viernes se llevó a cabo la muestra anual de trabajos. “Sí, dos años”, le responde. Y el docente se lanza a contar, ante todo, que con el armado del trike biplaza (el vehículo que vuela) los chicos de 5º y 7º año de la especialidad Automotores aprendieron sobre “chasis, estructura, diseño, mecánica”.
Es la joya de la muestra. La gente se sienta en sus dos butacas y se toma fotos.
“A los chicos hay que sacarles de la cabeza el corte de corriente de las motitos. Hay que hacerlos pensar. Cuando se los incentiva, hasta se quedan después de hora”
El profesor de Motores de Combustión Interna y Autotrónica muestra un video en su celular. Es del día de la gran prueba. Cuando los alumnos otrora desganados festejaron a lo grande cuando su producción de dos años alzó vuelo y se elevó hasta “los 400, 500 metros. Es la altura recomendable. Más arriba el viento y el frío pegan duro”, afirma, para comentar que “estos vehículos se usan mucho en la costa, en verano, le cobran a la gente para dar un paseo”.
Al pasar, diferencia: “No es un ultraliviano, esos tienen alas. El trike biplaza se maneja con una vela”, explica.
Por partes. “Las piezas del motor son de un Citroën 3CV de 1960. Se armó íntegramente acá. Lo hicieron los chicos en el taller, donde tuvieron que realizarle una adaptación clave, como cambiarle la caja de cambios por el dispositivo de la hélice”, destaca, y detalla que “además lo potenciaron de 35 a 39 caballos de fuerza y tuvieron que hacerle una reducción de dos a uno”. Traducción para no entendidos: “Si el motor tira 6.000 vueltas, la hélice debe tirar unas 2.500. Esa combinación produce un empuje de aproximadamente 120 kilos”.
“Se puede hacer una prueba estática del empuje del motor. Se coloca el vehículo a cierta altura y una balanza en la rueda delantera. Se enciende el motor y se observa el peso cuando alcanza su máxima potencia. Este llega a 120 kilos. Ello indica que el biplaza puede despegar con dos personas de hasta 80 kilogramos tranquilamente”, especifican maestros y alumnos, para aclarar que “eso con óptimas condiciones climáticas, ya que si hay viento fuerte no se puede volar. Es un vehículo de paseo”.
Antes de seguir explicando pormenores del desarrollo técnico, Jorge Dall Argine se refiere a los alumnos. “Muchos vienen desganados, y es nuestro deber como docentes incentivarlos. Es posible. Después de terminar el biplaza, después de la prueba, este mismo año encaramos el vehículo eléctrico y se engancharon muchos chicos más. Incluso algunos, por su cuenta, le diseñaron una posible carrocería. Hay que sacarles de la cabeza el corte de corriente de las motitos. Algunos piensan que eso es lo único que existe. No es un camino fácil, pero con apoyo de los directivos y poniendo mucho de cada uno de nosotros, se logran avances muy pero muy grandes”, subraya.
TODO A PULMON
Excepto la hélice, que se compró, todo lo demás se hizo en la escuela. Por caso, la rueda de adelante es de una carretilla y las de atrás de un minitractor.
Pasando al vehículo eléctrico, las dos ruedas delanteras son de una Zanella 50 y las donó un alumno, mientras que otro estudiante hizo lo propio con los amortiguadores.
El biplaza tiene dos asientos en línea y lo conduce quien se sienta atrás. Es el que dirige una vela inflable de 42 metros cuadrados. Lleva un tanque de combustible de 15 litros, que le otorga una autonomía de 2 horas de vuelo. Y, en el Albert Thomas, le pusieron la batería de un minitractor.
El vehículo eléctrico consta de 4 baterías de 12 volt y 20 amperes. Alcanza 30 kms/h y tiene una autonomía de una hora y media.
“Lo más importante es que los dos proyectos arrancaron de cero. Los chicos tuvieron que diseñar, calcular, soldar, armar, probar, andar y desandar”, realza el profesor Jorge, quien indica que mediante el trike biplaza “la intención fue que aprendan que con muy poco se puede hacer mucho. Y con el autito eléctrico, adentrarlos en lo que se viene. Yo soy amante del combustible. Nací en un taller mecánico. Pero los motores de combustión interna se acaban. Es increíble que acá ni siquiera exista una norma para posibilitar que circulen por la calle los eléctricos, cuando en los estacionamientos de Estados Unidos hay terminales para enchufar el coche a fin de que se recarguen las baterías”, lamenta.
E insiste: “Tenemos que incentivar a los chicos. Cuando hay proyectos atractivos, hasta se quedan después de hora. Pero se requiere mucha voluntad y el empuje de los directivos”.
¿Voluntades individuales o grupales? ¿Las escuelas dependen de varios buenos maestros y directivos que traccionen? “Para pensar”, apunta un antiguo director a un costado de los protagonistas de la muestra. Lo cierto es que cuando están, los chicos toman vuelo. En 2017, en avenida 1 empieza la construcción del automóvil eléctrico.
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