¿Qué fue lo que pasó con “La Calavera de Cristal”?
| 4 de Diciembre de 2016 | 02:20

La cuarta entrega de la saga de Indiana Jones, “El Reino de la Calavera de Cristal”, es considerada hoy unánimemente como la peor de la franquicia.
La curiosidad de los fans la llevó a ser, paradójicamente, una de las más taquilleras, amasando casi 800 millones de dólares en las boleterías de todo el mundo: pero el éxito comercial no le impidió convertirse en el blanco de críticos y fans que, al día de hoy, recuerdan el filme como “la película que asesinó una franquicia”.
Increíblemente, el furcio de “Calavera de Cristal” no alcanzó para borrar del mapa a Indy, que volverá para nuevas aventuras con apenas 77 años. Por lo tanto, es importante repasar qué falló en la entrega anterior, para no volver a tropezar con las mismas piedras.
La creencia principal a la hora de criticar “Calavera de Cristal” es la presencia de extraterrestres: la revelación del final emerge tirada de los pelos, buscando un tercer acto espectacular pero provocando cejas levantadas en la audiencia no por sorpresa, sino por indignación.
Sin embargo, se trata apenas de un frustrado final para un filme que no termina de funcionar por numerosas razones, entre las cuales la presencia de aliens es la menor: después de todo, no tuvimos problemas en creer en los poderes mágicos del Arca, el Santo Grial y... unas piedras, en las primeras y celebradas entregas.
El verdadero problema de la cinta se encuentra en el desarrollo “de manual”: Ford, evidentemente aburrido, actuando por el cheque en un papel que, por suerte, puede interpretar de memoria, pero llevado al ridículo constantemente por un guión que lo tiene combatiendo con monos parado arriba de un jeep, en una animación computarizada tan poco creíble que expulsa al espectador de la película, señalando la obvia ficcionalidad de todo el asunto.
El abuso de CGI fue un problema mayúsculo para la película, dentro de una saga que siempre apostó por los efectos prácticos y que de pronto se volcó a una animación por computadoras poco creíble, en parte debido a que la edad de Ford le impedían las proezas físicas de antaño, pero en parte por simple exceso. Alimentando una sensación de falta de riesgo que tenía como base uno de los grandes problemas del guión: los rusos, por más malos que fueran, nunca serían los nazis, villanos perfectos para cualquier guionista.
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