El discurso del Presidente y el diagnóstico sobre el estado de la Nación
| 2 de Marzo de 2016 | 01:58

El Presidente de la Nación brindó ayer su primer discurso de apertura de sesiones ordinarias ante el Congreso. El mensaje se destacó por un crudo diagnóstico sobre la situación del país. Y, en ese sentido, hay que decir que se ha respondido a un imperativo ético, legal y también a una legítima demanda ciudadana. Debería ser una aceitada tradición democrática en la Argentina: cada Presidente que inicia su mandato está obligado a exponer ante la sociedad el estado en que encuentra a la Nación. Así funciona en todas las democracias modernas y consolidadas. Así debe ser en nuestro país, más allá de cuál sea el sector al que le toca circunstancialmente ejercer el gobierno.
Hay que decir, entonces, que el de ayer fue un mensaje necesario. Aunque ahora habrá que esperar el informe pormenorizado, área por área, que prometió el Jefe de Estado después de trazar los ejes gruesos del diagnóstico.
Para consolidar esta tradición, es fundamental que la Argentina transparente sus estadísticas y profesionalice la administración de los asuntos públicos. Los balances y diagnósticos no se hacen con afirmaciones genéricas ni con slogans políticos. Se deben hacer con datos concretos y confiables, con comparaciones y mediciones rigurosas, con informes técnicos, inventarios meticulosos y documentación prolija.
Por lo demás, debe puntualizarse que el mensaje presidencial -más allá de legítimas discrepancias- puso el acento en cuestiones fundamentales para la República: la independencia de la Justicia; el combate contra el narcotráfico y la corrupción; el diálogo plural, la transparencia administrativa y la reducción de los niveles de pobreza y desigualdad. Son enunciados que abren fundadas expectativas. Pero, por supuesto, serán las acciones concretas de Gobierno las que dirán si se marcha en dirección a esos objetivos o, por el contrario, quedan reducidos al plano discursivo.
Los mensajes presidenciales ante la Asamblea Legislativa constituyen, desde el punto de vista institucional, una instancia relevante. Son la oportunidad para que el titular del Poder Ejecutivo exponga los lineamientos de su administración; informe sobre el estado del país y rinda cuentas. Por supuesto, cada apertura de sesiones se produce en contextos históricos, coyunturales y políticos diferentes. En el caso de ayer, el discurso adquiría una singular relevancia porque era el primero de un Presidente que acaba de asumir y que representa un cambio de signo después de un ciclo de doce años protagonizado por el mismo sector político.
En ese contexto, era obvio que el balance sobre el estado de cosas generara una especial expectativa.
En los días previos, trascendieron detalles de un debate interno en el oficialismo sobre la conveniencia o no de que el Presidente abundara en detalles y precisiones sobre la herencia recibida. El discurso pareció otorgarles la razón a aquellos que sostenían la necesidad de exponer la situación sin tibieza ni ocultamientos. Eso es lo que, en definitiva, debe ser celebrado porque, como se dijo, responde a una demanda ciudadana y a una exigencia ética y legal.
Cabe esperar que ahora se avance en la dirección correcta; se cumplan los objetivos enunciados y se convierta a este diagnóstico en el punto de partida para un futuro mejor.
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