Un sistema obsoleto, en la Ciudad del vale todo

El colapso de los semáforos es un eslabón de una larga cadena de obstáculos y dificultades que han convertido al tránsito platense en un territorio caótico y hostil.

El tránsito es, por supuesto, uno de los desafíos más complejos y sensibles de los centros urbanos. Ni siquiera está completamente resuelto en grandes capitales del mundo desarrollado. Pero, en ese contexto general, La Plata parece una ciudad especialmente atrasada y peligrosa.

Hay una combinación de causas. Los semáforos, con un sistema obsoleto, prácticamente sin onda verde, con nula sincronización y colocados de manera anárquica, son un factor. Pero están lejos de ser el único.

Para explicar el caos de tránsito hay que apuntar causas estructurales, culturales y hasta jurídico-políticas. La Ciudad, por ejemplo, está desafiada por una epidemia de piquetes y bloqueos a los que nadie pone freno ni intenta encarrilar. Por supuesto, eso desequilibra cualquier esquema de circulación y coloca a los automovilistas en condición de rehenes.

Pero además es fácil advertir el desprecio por las normas básicas de tránsito. En una Ciudad donde sólo el 5 por ciento de los automovilistas utiliza el cinturón de seguridad (según un muestreo hecho esta semana), el uso del celular al volante, los cruces en rojos, el exceso de velocidad, las maniobras prohibidas y el estacionamiento al voleo, son cosa permanente y sistemática.

Los controles brillan por su ausencia. Y hasta rige la ley de la selva con graciosa impunidad. Alcanza con recordar lo ocurrido hace dos meses, cuando autos, micros y taxis usurparon la Plaza Moreno y circulaban por encima de ella para escapar de un piquete. Se anunciaron multas que, por supuesto, nunca se aplicaron.

Hablar de los semáforos, entonces, es hablar de un aspecto del problema; un aspecto importante -por supuesto- pero que no alcanza para explicar ni dimensionar el caos en su totalidad.

Ya hace décadas que la Ciudad necesita, en materia de tránsito, un plan serio, consistente y multifacético, que ataque las distintas aristas del problema. Si se sigue emparchando, no será mucho -probablemente- lo que se vaya a conseguir.