Teatro Ciego: una propuesta diferente
| 20 de Julio de 2016 | 02:00

La cartelera porteña, del otro lado de la Autopista, ofrece una nutrida programación infantil para estas vacaciones de invierno, con propuestas de todo tipo, tamaño y color. Dentro de esa amplia oferta, hay dos obras que se destacan por la forma alternativa que le ofrece a los espectadores de acercarse a la escena teatral, que invita a sentir más que a ver. Teatro Ciego, una interesante opción para conocer durante el receso.
La singular experiencia del teatro ciego, que se desarrolla en un ámbito absolutamente oscuro y con ello convida a desplegar otros sentidos, muestra que su sobrecogedor impacto es capaz de incluir a los niños gracias al encantador universo de “Quiroga y la selva iluminada”, que los sábados a las 17 y de miércoles a domingo a las 17.30 durante las vacaciones de invierno, se ofrece en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, Capital).
Dos “Cuentos de la selva” de Horacio Quiroga (“El loro pelado” y “La guerra de los yacarés”), ratifican la espesura de una trama que los vuelve atemporales y universales pese a haber sido publicados en 1918 y ubicarse en la exuberante jungla misionera.
Algo de eso le ocurre a Delfina, la niña protagonista de la puesta, quien encuentra en ese par de relatos (uno narrado por su abuelo y otro por su madre), un antídoto inquietante para mitigar el aburrimiento que la cerca mientras se repone de una enfermedad que le impide abandonar la casa.
Para atender a la platea infantil que asiste al espectáculo, a los sonidos, las voces, los olores, el viento y hasta una lluvia tropical que asola el espacio, el primer cuento añade a un inquieto Pedrito que sobrevuela el lugar en “El loro pelado”.
La criatura parlanchina asume el peso de la historia que mete miedo cuando los inmensos ojos del yaguareté se iluminan al fondo de la sala y acompañan el rugido de su instinto carnicero en el par de lances que comparten.
Del duelo animal que el loro termina ganando gracias a la intervención armada de su patrón, se pasa -tras un breve regreso a la casa donde Delfina pide por otra creación de Quiroga- a una historia más coral y compleja.
Una veintena de ojos brillantes e inquietos son los de los yacarés que no pueden creer que los buques estén empeñados en arruinarles la tranquilidad de esa porción de río donde moran.
El paso de los barcos y el fracaso de un dique de troncos en una atmósfera de tensa penumbra, da paso a la irrupción del luminoso y chispeante surubí que porta el torpedo capaz de torcer el destino de ese enfrentamiento entre los enormes reptiles y el barco de guerra enviado para instaurar la normalidad y permitir el paso por esas aguas.
Lo virulento en la resolución de ambas historias quizás suene a fábula calma en los oídos infantiles si se los compara con estos tiempos salvajes, así que en medio de la cerrada noche de la sala apenas salpicada por haces de luz en movimiento, los chicos y las chicas festejan y aplauden cada resolución.
Pero más allá de la invicta contundencia de los textos de Quiroga, un enorme porcentaje de esa adhesión remite a la ajustada versión generada en una oscuridad iluminada por dramaturgia y la puesta de Laura Cuffini y el sensible y probado talento que el Grupo Ojcuro asume desde 2001.
El eficaz elenco reúne a Verónica Trinidad, Eduardo Maceda, Mirna Gamarra, Jesús Igriega, Marcelo Gianmarco, Cruz Aquino, Francisco Menchaca y Ayelén Giammarco, el protagónico sonido es de Andrés Terrile, la realización de títeres corresponde a José Menchaca y la bella canción “En un país de verde y agua”, es obra de Pablo Sirianni.
CLARO Y OSCURO
En el Centro Argentino de Teatro Ciego se estrenó el fin de semana “Mi amiga la oscuridad” , una obra dirigida por Alejandro Cardozo que aborda una historia original en torno a la convivencia de luces y sombras, que incluye proyecciones y actuaciones a la vista.
A diferencia de otras propuestas del género, en “Mi amiga la oscuridad”, los espectadores ingresan a un espacio iluminado y con sillas agrupadas en filas y son recibidos por Claridad (Vanesa Boroda), quien conduce el inicio del relato.
Una tela blanca con iluminación a contraluz exhibe el vínculo entre el sol y la luna y cuenta cómo de esa relación nacieron lo claro y lo oscuro en el mundo, y se da paso a que Positivín (Javier Rosón) y Nescius (César Martínez) tengan que moverse en el reino de Oscuridad (Julia Pereyra).
Ahora sí, en una penumbra absoluta, mientras Positivín disfruta del momento, convida a Nescius a vencer sus miedos y a apelar a la imaginación para trazar un recorrido que comienza oliendo a chicle, pasa por un baño, surca tormentas, cae en el mar y visita una fábrica de chocolate.
El viaje cuenta con un sonido impecable y real (realizado por Lucas Macchione), con aguas que salpican, aromas precisos y hasta un chocolatín oculto en la pata derecha de cada silla, gracias a la producción ejecutiva y puesta en escena de Martín Bondone.
La intensidad del trayecto permite apreciar los recursos a los que apela la disciplina y al igual que sucede con “La selva iluminada” en el Konex, vincula de manera efectiva la realización artística con el despertar de los sentidos.
Las funciones de “Mi amiga la oscuridad” se extenderán durante estas vacaciones hasta al domingo 31 con dos funciones diarias, a las 15 y a las 16.30 en una de las salas del reducto ubicado en Zelaya 3006, en el barrio porteño del Abasto.
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