Raúl Pedro Carriquiriborde
| 1 de Septiembre de 2016 | 02:23

Una enorme tristeza provocó, en diferentes círculos platenses, el fallecimiento de Raúl Pedro Carriquiriborde, de reconocida actuación como juez de Faltas platense.
Fueron sus padres Raúl Ernesto Carriquiriborde y María Luisa Silva Bavio, ambos pertenecientes a familias de la Región anteriores a la fundación de La Plata. Fue bisnieto, por caso, de Bartolomé Bavio, el primer intendente del partido de Magdalena.
Nació en La Plata el 11 de agosto de 1941 y al año siguiente, con motivo de haber sido nombrado su padre procurador fiscal, se mudó junto a su familia a San Fernando, donde transcurrió su infancia y parte de su adolescencia.
A la muerte de su padre regresó a La Plata e ingresó al Colegio San Luis. Integró la primera promoción de bachilleres egresados de esa institución educativa católica.
Con antecedentes familiares relacionados al rugby (el padre y sus tíos fueron fundadores de La Plata Rugby), en sus años jóvenes practicó el deporte primero en un club de San Fernando y después en el San Luis de La Plata.
Carriquiriborde realizó parte de sus estudios superiores - Derecho - en la Universidad Nacional de La Plata - UNLP - y los completó en la Universidad Católica de La Plata - UCALP -. Allí recibió su título de abogado.
A los 15 años comenzó a trabajar como meritorio en el Poder Judicial de la Provincia y a los 18 accedió, ya como empleado, a la Fiscalía de Estado bonaerense, donde desarrolló una vasta trayectoria como gestor y relator letrado.
Tanto por su actividad en la Provincia, como en el ejercicio independiente de la profesión fue ampliamente conocido en el ambiente de los tribunales civiles y comerciales.
Luego de un breve paso por el Registro de la Propiedad, fue nombrado, con el advenimiento de la democracia, titular en el juzgado de Faltas N° 4 de la Municipalidad de La Plata, función que cumplió hasta su jubilación.
En 1964 conoció a “Gipsy” Knight, quien luego sería su esposa y la compañera de toda su vida. Junto a ella formó una sólida familia de casi 50 años. Fue precisamente su hogar el espacio del que más disfrutaba, pues, además de conformar el ámbito familiar, era allí donde recibía a sus amigos y mantenía largas tertulias hasta altas horas de la noche. Siempre se lo reconoció como a un generoso anfitrión, alegre y hospitalario, dueño de una casa de puertas abiertas para los parientes, los compañeros de estudio y los colegas. Igual actitud, intensa y divertida, manifestó años mas tarde con los amigos de sus hijos.
No dejó a su alrededor más que buenos recuerdos, tal como se puso de manifiesto en su despedida final.
Se fue acompañado de sus cuatro hijos: Moira, Raúl, Solange y Eugenia, quienes, igual que sus nietas, lo tendrán presente en sus memorias entrañablemente, y en particular cada vez que juegue su querido Estudiantes.
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