Preocupa la extrema violencia del accionar delictivo en la Región
Edición Impresa | 1 de Noviembre de 2017 | 02:08

La extrema violencia que en estos días caracteriza al accionar delictivo en nuestra ciudad, con robos a mano armada que dejan la secuela de muertos y heridos, justifica los reclamos planteados por vecinos de La Loma que marcharon espontáneamente a las puertas de la comisaría de ese barrio, impulsados especialmente por el crimen de una mujer a quien el sábado pasado encontraron asfixiada en su vivienda, víctima de un asalto.
Los vecinos se movilizaron en forma pacífica y reclamaron “basta de robos, entraderas y muerte”. Cánticos, aplausos y otras consignas dieron testimonio de lo que vienen sufriendo distintos vecindarios. “Vivir en paz”, fue también una síntesis elocuentes que presentaron los manifestantes.
Cabe señalar que el año pasado se aludió en esta columna a las evidencias estadísticas existentes, demostrativas de que el robo a mano armada, como tipo delictivo, había experimentado un aumento fenomenal, superior en un 80 por ciento, entre 2016 y el año anterior. Esa referencia no hizo sino convalidar una realidad que, pese a ser conocida, sigue manteniendo vigencia, tanto en el centro como en todos los barrios y localidades de la periferia.
En cuanto al delito de robo, correspondería recordar que han aparecido en los últimos años nuevas modalidades, en cuya comisión no sólo se utilizan armas sino que, cotidianamente, dejan el saldo de víctimas fatales o de heridos. Así, puede hablarse de los patachorros, motochorros y hasta “polichorros”, estos últimos caracterizados por el hecho de que los autores de los asaltos visten como policías y, en general, han actuado con “profesionalismo”. Se registra, asimismo, salideras bancarias y secuestros exprés con el uso de armas. En las últimas semanas surgió la nueva modalidad de entradera, la de los “wheelie-chorros”, que se traduce en que los ladrones que se trasladan en motos, levantan la rueda delantera y embisten las puertas de las viviendas a las que buscan ingresar.
Sea como sea, está claro que la delincuencia no descansa y resulta extremadamente imaginativa. En los últimos años se han sumado modalidades, antes desconocidas, algunas ya eclipsadas y otras instaladas. Pero, como se ha dicho, no deja de inquietar especialmente la cantidad cada vez mayor de delitos que se perpetran con el uso de armas, muchas veces protagonizados por menores de muy baja edad.
Frente a ello sólo puede actuar con idoneidad una fuerza policial que disponga de confianza y respaldo social. Ese sentimiento impera en todas las reuniones vecinales con autoridades policiales, en donde los pobladores insisten en dos aspectos: que los agentes policiales dispongan de mayor conocimiento y confianza en los vecindarios y que se refuerce el patrullaje callejero. Mientras ello no ocurra, la población acude cada vez más a distintos sistemas de defensa y alerta, aún cuando una mayor presencia policial sigue siendo imprescindible.
No existen –y menos aún para un tema tan complejo como el de la inseguridad- soluciones mágicas. Pero ello no implica tolerar que la delincuencia se enseñoree y que, como dramático agravante, apele cada vez más al uso de armas, quedando la sociedad expuesta a los riesgos y consecuencias de mayor gravedad.
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