El albañil fusilado en Olmos tenía 30 mil pesos en un bolsillo, pero no se los robaron
Edición Impresa | 5 de Noviembre de 2017 | 03:20

La bala que el viernes a la noche mató a Leandro Marcelino Franco es del calibre 9 milímetros, los forenses la recuperaron en la autopsia y está en condiciones de ser cotejada con un arma, en caso de que se secuestre alguna. Por estas horas ésta parece ser la pista más firme que se tiene para identificar a los dos delincuentes que el viernes a la noche asesinaron a ese albañil de 47 años en un descampado de 46 entre 157 y 158, a donde había llegado en su camioneta Ford F100 blanca, junto a una amiga que se convirtió en la única testigo del hecho.
Como se informó en la edición de ayer, a ella, Griselda Carolina Leiz (38), uno de los criminales le abrió un corte de un culatazo en la cabeza, justo antes de arrebatarle el teléfono celular y la cartera en la que guardaba algo de dinero y pertenencias.
Un dato clave que se conoció en las últimas horas es que Franco tenía 30 mil pesos en un bolsillo que los asaltantes no se llevaron, pese a lo cual para los investigadores casi no hay dudas de que se trató de un homicidio en ocasión de robo.
EL PRINCIPIO DEL FIN
El crimen ocurrió unos pocos minutos después de las 10 de la noche del viernes, aunque la secuencia que puso a Franco y a Leiz en ese descampado de Olmos comenzó antes.
“Franco encontró a mi hija en una parada del Centro, después de que ella salió del hospital San Juan de Dios”, donde trabaja como enfermera, contó a este diario María Amarilla (57), la madre de la mujer. Según su relato, el hombre se ofreció a llevarla a su casa porque “eran amigos desde que eran chicos. Inclusive, a él lo llevamos a vivir a casa cuando tenía 7 años y cirujeaba en un carrito”.
Amarilla recordó que eso duró hasta que Franco, apodado Vila, “recompuso su relación con la familia, pero siempre mantuvimos el contacto”.
Por lo que declaró la propia Leiz, en el trayecto hacia su vivienda de Olmos “fueron comprando y bebiendo algunas cervezas” y antes de llegar a destino “él dijo que no aguantaba las ganas de orinar”, explicó un pesquisa. Habría sido por eso que desvió la marcha de la camioneta hacia ese terreno de la calle 46, donde no hay luces, vecinos, ni construcciones a la redonda, excepto una salita sanitaria que despunta solitaria a no más de 50 metros.
De acuerdo a la versión de la enfermera, Franco bajó a orinar mientras ella se quedó en el vehículo, distraída con su celular y escuchando música.
En esas circunstancias la habría sorprendido un hombre que se le acercó caminando, abrió la puerta de la camioneta y le apuntó con un arma, pidiéndole a gritos que le diera todo lo que tenía, que no era más que el teléfono y su cartera. La enfermera intentó resistir el robo de sus pertenencias y recibió un fuerte culatazo en la cabeza, que la dejó en shock mientras veía escapar corriendo a su atacante.
En simultáneo “observó al segundo hombre que salió del mismo lugar donde estaba Franco”, aportó el pesquisa, por lo que Leiz corrió hacia allí y vio al albañil tirado boca abajo.
La ayudó “un enfermero de una salita sanitaria que está a 50 metros”, confirmó su madre, y ese mismo hombre fue quien se encargó de llamar al 911. Los médicos que llegaron en una ambulancia la asistieron por la lesión y revisaron a Franco, confirmando su muerte.
Unos cuantos minutos después la zona se iluminó con las luces de los patrulleros que fueron llegando: los del Comando, la subcomisaría La Unión y la DDI La Plata, además de los móviles de Policía Científica.
Lo único que contrastaba con la escena de un crimen era la cumbia que seguía saliendo a todo volumen de la camioneta, que quedó estacionada con las puertas abiertas.
A ese lugar arribó también la fiscal Betina Lacki. Dio distintas instrucciones y dispuso caratular el caso como “homicidio en ocasión de robo y lesiones”.
Franco vivía con su familia en una casa de Villa Elvira, donde tenía “una compra venta de muebles y además hacía trabajos en la construcción. Siempre fue un buscavidas y nosotros lo sentimos mucho, porque era muy buen hombre”, remarcó Amarilla.
La mujer destacó que el sitio donde lo asesinaron “es muy oscuro, porque los pibes de esa zona se encargan de romper las luces para poder sorprender a la gente que pasa por ahí y robarles”.
LA INVESTIGACIÓN
La autopsia practicada ayer al cuerpo de Franco confirmó que recibió un único disparo, que le perforó el esternón, afectó el corazón y terminó contra la columna vertebral, intacta. Es plomo es de 9 milímetros, como la única vaina que se levantó en la escena.
La víctima no sufrió otras lesiones, aunque tenía sangre en la cabeza. Los detectives buscan ahora testigos y material de cámaras de seguridad cercanas. La enfermera ya aportó una descripción de su atacante. De ellos sólo se sabe que escaparon a pie.
Leandro Franco estaba casado y tenía cuatro hijos. Era albañil
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