Palabras nuevas y mañas viejas

Por | ALEJANDRO CASTAÑEDA Mail: afcastab@gmail.com Periodista y crítico de cine

A partir de ahora, palabras como “pilotearla”, por controlar una situación; “manotear”, por tomar algo; o “chabón”, por individuo, estarán bien utilizadas y hasta reconocidas por la Academia Argentina de Letras. Serán publicadas en el nuevo diccionario junto a un total de 1.400 nuevos “argentinismos”, como por ejemplo “estar al horno”, por aludir a una situación casi terminal.

La nueva compilación llevó 8 años de trabajo, desde su segunda edición en 2008, cuando se agregaron 1.500 palabras a las 3.000 existentes, entre ellas “pomo” como nada; “bolazo” como mentira, “zarpado” por alguien que pierde el control. De esta manera, palabras con nuevas acepciones o dichos como “saltarle a alguien la térmica”, son algunos de los 1.400 vocablos y más de 300 modismos que se incorporarán a la nueva edición del “Diccionario del habla de los argentinos”, que se presentará a mediados de año.

Cada época incorpora nuevos términos para nombrar lo de siempre. El poder siempre construye su propio diccionario. “Las palabras del año pasado –decía T.S.Eliot- pertenecen al lenguaje del año pasado. Las palabras del próximo año esperan otra voz”. Para el kirchnerismo, enriquecerse podía ser sinónimo de astucia y “bolazo”, un acertijo de la cadena nacional. Hoy el macrismo quiere que “recular” sea entendido como un modo de gestionar y que la palabra “franco” tenga dos acepciones: “día de descanso” y “padre agotador”.

Pero lo que ha crecido mucho en estos días, además de las desmentidas y las imputaciones, son los insultos. “Pelotudo” subió a escena de la mano de una mandona que le recordó a sus seguidores (“Soy yo, pelotudo”) que primero siempre estará “yo” y después, todos los pelotudos. Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua, en el 2003 en Rosario, había enaltecido ese término al hablar sobre las malas palabras: “Muchas de ellas –dijo- tienen una intensidad, una fuerza, que difícilmente las haga intrascendentes. Hay malas palabras, que son irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física. No es lo mismo decir que una persona es tonta, a decir que es un pelotudo. Tonto puede incluir un problema de disminución neurológico, realmente agresivo. El secreto de la palabra ´pelotudo´ está en la letra ´t´.

La Academia debería definir su verdadero alcance. Porque “boludo” a esta altura es una expresión coloquial y momentánea que hasta pueda adquirir una entonación cariñosa. En cambio, decir pelotudo es definitivo. En Alicia en el país de las maravillas, Humpty Dumpty lo aclara mejor: “Cuando yo uso una palabra quiere decir lo que yo quiero que diga”; y cuando Alicia pregunta por qué las palabras pueden significar tantas cosas diferentes, el ovoide responde con sabiduría: “La cuestión es saber quién manda... eso es todo”.

La llegada de este nuevo diccionario a un escenario poblado de eufemismos y sospechas quizá llamó la atención del Papa Francisco. La semana pasada, lamentó, antes del rezo del Angelus, en la Plaza de San Pedro, que en la actualidad insultar se haya convertido en una costumbre como dar los buenos días. Y, ante los fieles que le escuchaban, Bergoglio apeló a la sinceridad y llamó a “ser cristianos no ‘de fachada’ sino de sustancia”.

En tiempo de escuchas y desmentidas, de filtraciones y correcciones, el valor de la palabra sirve una vez más para diferentes propósitos. El oráculo mayor del Pro, Durán Barba, le dijo a los intendentes de Cambiemos que hoy las palabras ya no cuentan, valen sólo los gestos. En días de grabaciones clandestinas y hackeos, el silencio y la pose empezó a ser la mejor forma de expresarse y cautivar. Repasemos las nuevas expresiones incorporadas por la Academia: “pilotear” una situación difícil, “saber un pomo”, “manotear” lo que sea, “saltar la térmica, decir “bolazos”, “estar en el horno”. Son palabras que escapan del diccionario para meterse en la realidad. Ya lo decía Gutiérrez Aragón: “el lenguaje no sólo representa la realidad, también es su máscara, su teatralización interesada”.

Mientras Macri ensaya las disculpas de cada semana, la oposición ensancha y redefine sus objetivos: ya no basta con matar al mensajero, ahora hay que ir en busca del correo.

Repasemos las nuevas expresiones incorporadas por la Academia Argentina de Letras: “pilotear” una situación difícil, “saber un pomo”, “manotear” lo que sea, “saltar la térmica, decir “bolazos”, “estar en el horno”. Son palabras que escapan del diccionario para meterse en la realidad.

Para el kirchnerismo, enriquecerse podía ser sinónimo de astucia y “bolazo”, un acertijo de la cadena nacional. Hoy el macrismo quiere que “recular” sea entendido como un modo de gestionar y que la palabra “franco” tenga dos acepciones: “día de descanso” y “padre agotador”.

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