Al fin se hizo escuchar

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Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

Ficción y realidad se cruzan y se potencian. La semana pasada se estrenó “Yo, Daniel Blake”, un film del inglés Ken Loach. En la critica que publicamos el sábado, hablamos de “gente común luchando y en desventaja contra la insensibilidad del sistema” y aludíamos a esas ventanillas donde atiende el “destrato, la explotación y la insensibilidad”.

Daniel Blake es un carpintero que está enfermo y necesita seguro social. Pero la burocracia no responde. Harto de espera y demoras, el hombre termina muriendo dentro de la oficina oficial.

Ayer, en Mar del Plata, un jubilado de 91 años se pegó un balazo en la sede del ANSeS. Se ignoran las razones, pero alguna responsabilidad oficinesca debe haber para que el jubilado haya elegido ese lugar para matarse.

Formularios, fotocopias, firmas, comprobantes, certificaciones y esperas acaban desgastando hasta la esperanza. Con el asunto del déficit no falta el funcionario esmerado que con tal de mejorar las cifras decide suprimir cualquier ayuda que cueste mucho, sin imaginar que detrás de muchos reclamos se despliega un mundo de necesitados que gastan sus últimos días en trámites y pastillas.

Hoy, cuando sólo los dígitos electorales cuentan, hay que detenerse en el gesto desolador de un nonagenario que mostró el desamparo de un sistema que le da argumentos a los suicidas. Se pegó un tiro mientras bajaba las escaleras.

Desesperado final de una vida a la que se le fueron acortando los plazos.

Lo hizo delante de todos, porque sabe que hay muchos otros bajando escaleras, cansados de llenar formularios que nunca se completan a tiempo.

LAS EXCUSAS PARA DEMORAR TODO

Loach hablaba en su film de la injusticia de un sistema que a la hora de la urgencia fabrica excusas para demorar todo.

Y, para evitar partidismos simplistas, calificaba a la burocracia como un estado en sí mismo que necesita complicar hasta lo más trivial para poder justificar su existencia y su expansión.

Hay que escuchar a los que sienten que la vida y la paciencia se le están acabando al mismo tiempo. Y el de ayer, fue un balazo que retumbó fuerte.

Cuando las ventanillas no responden y el sistema sólo brinda excusas, algunos creen que no les queda otra que bajar unos escalones hasta encontrar la muerte. Tenía 91 años y al fin se hizo escuchar. Uno menos.

 

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