La 137 de 32 a 520, un acceso a la Ciudad con múltiples riesgos
Edición Impresa | 1 de Agosto de 2017 | 01:39

En la castigada red de accesos al casco histórico platense y su periferia inmediata, la avenida 137 es uno de los ejes históricamente más descuidados. Meses atrás, los anuncios de obras municipales en su tramo sudeste, entre Los Hornos y Arana, apuntaron a jerarquizar parte de una traza angosta y con el pavimento virtualmente intransitable; pero mientras tanto, en su tramo noroeste, entre 32 y 520, los problemas se hacen cada vez más agudos.
En esas doce cuadras en las que la localidad de La Cumbre se mezcla con la de Las Quintas coexisten comercios, pequeñas empresas, predios deportivos, corralones y complejos de viviendas, cuya dinámica saturó largamente la infraestructura vial existente; el hecho de que ésta se encuentre sin mantenimiento agrava la situación.
La lista de falencias es amplia; ayer, en plena lluvia, los cráteres anegados obligaban a quienes circulaban por la mano descendente de la avenida a pasar por el lodo de las banquinas o cruzarse al carril contrario, con el consiguiente riesgo de chocar; por otra parte, lo que existe de banquinas se usa para estacionar; y del lado de calle 138, una de las escasas bicisendas con las que cuenta la Ciudad es empleada como senda peatonal ante la ausencia de veredas en condiciones.
Además, tanto la señalización vertical como la horizontal prácticamente no existen, lo que provoca que la mayoría de los que no conocen el barrio se “coman” los lomos de burro situados en 525 y 529. Las columnas de alumbrado están enterradas a centímetros de los bordes de la cinta asfáltica -bordes que son carcomidos y disgregados por el agua mezclada con aceite que allí se acumula. Y el paso incesante del tránsito pesado -principalmente camiones y colectivos- le da el golpe de gracia a cada rajadura o hundimiento que se insinúa en la calzada.
Por las noches, los inconvenientes se acentúan ante una visibilidad que no es la ideal; si bien la iluminación mejoró en los últimos tiempos, aún queda bastante por hacer en ese aspecto.
Los vecinos de la zona advierten que “la avenida, entre 520 y 32, está cada vez más peligrosa. La bicisenda no se respeta, los ciclistas prefieren circular por el pavimento porque muchos vehículos estacionan sobre ese sendero, y todo es un desorden”.
Desde la Comuna se señaló que “se está elaborando un proyecto para mejorar la transitabilidad de la avenida 137, como parte del plan de intervenciones viales que se desarrolla en diferentes puntos de la Ciudad”.
ACCESOS COMPLICADOS
La crítica situación que atraviesan los accesos a la Ciudad afecta largos tramos de avenidas como la 137 entre 32 y 520; la 66, entre Los Hornos y Olmos; la 60, también entre Los Hornos y Olmos; el camino General Belgrano en la mayor parte de su extensión, a través de Tolosa, Gonnet, City Bell y Villa Elisa; la 7, entre el Aeropuerto y Villa Garibaldi.
Se suman a la lista la 32, entre 139 y 155; la 44, entre San Carlos y Angel Etcheverry, cuyo robusto hormigonado ya muestra señales de decrepitud; la 38, que entre 131 y 137 tiene profundas rajaduras y abruptos lomos de burro sin cartelería; parte de los caminos Vergara y Rivadavia, conexiones entre La Plata y Ensenada; tramos de la ruta 11 hacia Magdalena; la prolongación de la diagonal 74 entre Tolosa y Punta Lara.
En algunos de estos lugares, como los de 137 en Arana, 66 hacia la zona rural de Olmos, y 7 junto a la estación aérea local, se encararon operativos de bacheo y repavimentación. En otros, particularmente los que sólo cuentan con un carril por mano, la postal recurrente es la de los autos cambiando peligrosamente de carril para esquivar pozos o charcos, y quedando al borde de protagonizar choques frontales a cada momento.
De acuerdo con los expertos, la antigüedad del grueso de los pavimentos platenses, incluyendo los de los principales accesos, sobrepasa largamente los índices recomendables. Y existen tramos en los que desde hace más de veinte años no se realiza ninguna clase de mantenimiento.
La vida útil del asfalto ronda los diez a quince años, cifra que puede tener ciertas variaciones dependiendo de las características del material -espesor y calidad de la mezcla-, y del medio -rigor del clima, densidad y peso del tránsito-. Del mismo modo, se estima que el hormigón puede mantenerse en buen estado veinte años o más.
Mientras el asfalto se fisura por envejecimiento, algo que no ocurre con el hormigón -que casi no da señales de fatiga por el paso del tiempo-, es más barato, versátil y de rápida aplicación. El hormigón es más caro y de más lenta ejecución, que frecuentemente obliga al corte temporario de calles, pero dura más.
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