En “Borges”, un carnicero quiere emular al gran escritor
Edición Impresa | 11 de Agosto de 2017 | 02:09

Dario Szraka es el enérgico protagonista de “Borges”, un unipersonal de Rodrigo García dirigido por Juan Carlos Fontana que narra la peripecia de un aspirante a escritor que sueña con la trascendencia mientras atiende la carnicería familiar.
La pieza del dramaturgo argentino radicado en España hace tres décadas, fue montada por Fontana hace seis años y participó en varios festivales internacionales.
Las angustias del personaje abarcan la problemática existencial de muchos vecinos del Conurbano bonaerense y se amplifican, porque su vida diaria dista mucho de sus deseos de trascendencia e identificación, sobre todo después de un desafortunado encuentro con Jorge Luis Borges.
Presente en una conferencia que Borges ofrecía en algún lugar de Buenos Aires, el carnicero a pesar suyo, siempre en la esperanza de alcanzar la notoriedad algún día, quiso tener un diálogo con el escritor, aunque fuese mínimo, y le hizo una pregunta cuya respuesta lo frustró para siempre.
Borges le dijo una sola palabra, “ápice”, que sumió al muchacho en la perplejidad y lo empujó a salir corriendo en busca de un diccionario, y ese es el meollo de toda la obra, alrededor del cual giran otros temas que aportan no poca simpatía sobre el personaje.
Lo interesante es que Fontana imprime un trato hiperrealista a su acción, hace revolcar a Szraka en cortes de verdadera carne vacuna, en medio de transpiraciones verdaderas y una desesperación que el actor muestra como resultado de su exaltación.
Sin aspiraciones a la grandeza, con un retrato que podría ser de muchas personas en situación de mediocridad, es antes que nada una performance en la que el cuerpo del actor y esa módica y particular utilería se interrelacionan, se funden, rebotan sobre la piel o en las paredes, gracias a una coreografía de Nora Moreno, con un trabajo de luces que se combina con la singular banda sonora para resaltar ese mísero mundo de sueños y frustraciones.
“Borges” se ofrece los sábados a las 20 en el porteño El Opalo, Junín 380. Héctor Puyo
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