Terrorismo de bolsillo

Edición Impresa

Por ESTEBAN PEREZ FERNANDEZ

El rostro cobarde de la moderna versión del terrorismo que sufrieron Barcelona, Niza, Berlín, Londres, Estocolmo, Boston, Manchester y Turku se resume en elementos casi minimalistas para implantar el pavor en las calles: una combi y un cuchillo.

Barcelona hace ineludible el viaje virtual a lo que ocurrió 13 años atrás en Atocha, la bellísima estación central de Madrid en la cual las bombas de Al Qaeda destruyeron la vida y proyectos de 198 inocentes que viajaban en tren a trabajar.

Los dos atentados permiten visualizar un fenómeno dramático que se instaló en los últimos dos años: el terrorismo de “sale”, barato o de bolsillo, que se resume en pocos recursos, mucho daño y gran repercusión mediática.

En Atocha, una logística de meses, una casa de campo en la periferia de Madrid (en la localidad de Chinchón) fue el laboratorio donde se diseñaron y armaron las bombas que luego, cargadas en mochilas, se trasladaron a los trenes en las espaldas de los terroristas para perpetrar el salvajismo. Los ideólogos que estaban en la capital española eran comerciantes que tenían sus emprendimientos en el barrio de Lavapiés, bohemio, multirracial y cercano a Atocha, y trabajaban a cara descubierta. Para lograr el maléfico objetivo se necesitaba mucha gente, muchos recursos humanos y materiales invertidos en el negocio del miedo, apoyo externo y gran planificación.

Ahora, con apenas el alquiler de una camioneta -que ni siquiera implica una compra- o a veces solo un cuchillo, las bestias que siembran el terror se las arreglan con recursos sencillos, baratos y masivos. La instrucción llega desde las redes o en revistas virtuales que siguen los fanáticos de la muerte.

Atropellar a la gente o apuñalarla mientras camina distraída e indefensa en calles de alguna ciudad turística solo requiere de un activo: la voluntad de matar -y muchas veces morir- por la yihad.

Fácil, de entrecasa, poco elaborado y con un poder de destrucción infinito. El Estado Islámico diseña y ejecuta sus tácticas del terror con lujo de detalles en sus publicaciones más conocidas, como Rumiyah; al tiempo que Al Qaeda lo hace en su revista, Inspire.

Así, el mundo queda perplejo y sin reacción ante el accionar de las células y simpatizantes yihadistas esparcidos por muchos países. Cualquier fanático sin preparación alguna puede ponerlo en práctica.

Para ellos son victorias contra los cristianos y judíos y musulmanes ajenos al terrorismo que pasean por las calles de cualquier ciudad. El concepto para la gente de paz es, sencillamente, una pesadilla.

 

 

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