Vidal y sus planes legislativos para después de octubre

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Por MARIANO PEREZ DE EULATE

No es sólo el triunfo electoral de octubre el objetivo que se impuso María Eugenia Vidal. La gobernadora persigue una meta menos coyuntural y más estratégica, no blanqueada para el mundo extra Cambiemos, que será consecuencia de lo que suceda en los comicios de medio término: gobernar la segunda mitad de su mandato sin tener la dependencia legislativa de la oposición que signó sus primeros años en el sillón de Dardo Rocha.

Los bloques minoritarios que tuvo Cambiemos en la Legislatura desde diciembre de 2015 obligaron al oficialismo a negociar cada ley, cada número, cada movida con parte de las fuerzas opositoras. El Frente Renovador de Sergio Massa fue el socio legislativo elegido, aún cuando a muchos dirigentes del oficialismo les hacía ruido el protagonismo que se le daba a un rival electoral directo en la Provincia.

Esa asociación tuvo su pico paradigmático con el acuerdo que estipuló que en el primer año de gestión de Vidal le correspondería la presidencia de la Cámara de Diputados al massismo y la vice a Cambiemos y que esos términos se invertirían en el segundo año, que concluirá en diciembre con el recambio de legisladores que surjan de la elección del mes próximo.

Si se acentúa la tendencia que marcan las encuestas de intención de voto que se conocen, Cambiemos estaría contando con mayoría en el Senado y un número muy cercano a eso en Diputados (47 bancas) para los próximos dos años. El recambio implicará, además, una reducción de la presencia del massismo, ahora llamado 1País. Vidal, pues, contaría con una Legislatura en la que las alianzas seguirán siendo necesarias para aprobar ciertas leyes que requieren números especiales -como endeudamientos, por ejemplo- pero con un nivel menor de dependencia.

Se descuenta que Massa ya no será ese aliado privilegiado y que la gobernadora intentará explotar las eventuales divisiones del peronismo legislativo –cristinismo puro vs. diputados y senadores que responden a intendentes- a la hora de buscar socios para la aprobación de leyes. Pero Vidal, como ya se dijo en este espacio, está en una búsqueda más global, personal, para convertirse en la jefa política indiscutida de la Provincia de Buenos Aires.

Es en ese esquema de pensamiento, donde los condicionamientos huelen a debilidad, que el vidalismo ha dejado trascender que la gobernadora tiene como objetivo político para el próximo año la eliminación del “célebre” mecanismo de la doble firma en la Cámara de Diputados. En efecto, borrar ese paso administrativo supone restarle poder a la oposición en la Legislatura.

Breve reseña: la doble firma fue ideada por el peronismo cuando perdió la mayoría que ostentó durante casi toda la gobernación de Eduardo Duhalde. La idea, que se le atribuye al histórico Osvaldo Mércuri, fue concebida para que el PJ justamente conservara una alta cuota de incidencia real en la Cámara Baja luego del aluvión de la Alianza UCR-Frepaso.

Según ese mecanismo, el presidente del cuerpo no puede sacar ningún gasto de la Cámara sin la firma, en acuerdo, del vice. O lo que es lo mismo: el vicepresidente, que siempre es un opositor, tiene poder de veto sobre los gastos internos que decide el uno. La famosa “caja”, pues, se comparte. O al menos el criterio de distribución.

Durante el primer año de gobierno de Vidal, el presidente del cuerpo fue el massista Jorge Sarghini. La firma del vice recayó en Manuel Mosca, alter ego de la gobernadora en la Legislatura. Este año, según el acuerdo de rotación, la presidencia es de Mosca y la vice de Ramiro Gutiérrez, también referente de Sergio Massa. Es casi seguro que Mosca continuará en 2018.

El de Tigre sabía muy bien de que se trataba el juego cuando acordó la convivencia pacífica con Vidal: allá por fines de la década del 90, él mismo era un joven diputado provincial del duhaldismo que vio de muy cerca cómo se gestaba el acuerdo para manejar los fondos.

La explicación oficial que dan en la gobernación es que Vidal quiere que su fuerza hegemonice las decisiones administrativas para poder pasar la guadaña en los gastos. Esto es: reducir la plata que insume la Legislatura, y en especial la Cámara baja. En todo caso, esa discusión debería darse cuando se vote el Presupuesto legislativo. Lo de la firma sirve, como se dijo, para decidir cómo se gasta el presupuesto ya asignado.

Como sea, para desaparecer la doble firma hay que modificar el reglamento interno (artículos 29 y 30). Y eso requeriría consensos, aunque el mismo reglamento dice que se puede hacer con mayoría absoluta de los integrantes (artículo 237). O, si fuera muy favorable la nueva conformación, poner un vice del oficialismo, lo que rompería con una tradición de muchos años, generaría un tembladeral y le quitaría un elemento de negociación a Cambiemos en la búsqueda de un nuevo aliado legislativo. Que, aún con un peso menor al que tiene el actual, seguirá siendo necesario.

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