El Mercadito, un barrio donde robaron un patrullero y ahora balearon a un policía
Edición Impresa | 9 de Septiembre de 2017 | 04:45

La crónica que arrancó con el robo de un patrullero siguió ayer con el ataque a tiros que sufrieron -en el mismo lugar- los policías que hicieron varios allanamientos por ese hecho, y terminó con uno de ellos herido en un brazo, pero la estructura de esta historia se sostiene sobre algo más que los detalles anecdóticos o coyunturales de esos episodios. Tiene que ver con el barrio que les sirvió de escenario, El Mercadito, considerado uno de los más “peligrosos” o uno de los más “vulnerables”, según quién lo describa.
Este diario lo informó en exclusiva en su edición del miércoles: cerca de las 20.30 del martes tres policías del Comando de Patrullas fueron a 115 y 520 en el móvil 22.844, por un conflicto familiar.
El sargento que entró en la casa forcejeó con el adolescente de 16 años que protagonizaba los disturbios, pero, ante la imposibilidad de controlarlo, pidió apoyo. El teniente y el oficial que estaban afuera corrieron a ayudarlo, sin advertir que la patrulla había quedado con las llaves puestas.
Una vez que redujeron al revoltoso y volvieron a la calle, el móvil ya no estaba. Se lo había llevado un muchacho de la zona, en un hecho que aún no se sabe si fue planificado o al voleo, aunque lo más probable es que el “descuidista” haya sacado provecho de la ocasión.
Gracias al sistema satelital se pudo localizar al vehículo en 515 y 122, con las ruedas tajeadas y sin las llaves, el equipo de radio, una escopeta 12/70 y un chaleco antibalas.
Mientras la Auditoría de Asuntos Internos investigaba la actuación de los tres policías que abandonaron el móvil, la comisaría Sexta y la DDI trataban de aclarar quién se lo llevó y establecer si está ligado con el que generó el disturbio familiares, punto que sigue en duda, aunque los pesquisas lograron identificar a dos sospechosos por sus apodos y algunos domicilios donde podían estar los elementos robados.
A pedido del fiscal Marcelo Martini y por orden del juez Guillermo Atencio varios grupos policiales desembarcaron en El Mercadito a las 21.30 del jueves, para allanar cuatro casas. Según el reporte oficial, en tres de ellas no encontraron nada de interés, pero en la última - situada en 120 entre 520 y 520 bis- secuestraron un chaleco reflectivo, un cargador de pistola 9 milímetros con 15 cartuchos, una llave de auto partida y un bolso negro.
Después de la 1 de la mañana de ayer y al cierre de ese operativo estallaron los disparos contra los policías del Grupo de Apoyo Departamental que hacían el perímetro, uno de los cuales recibió un balazo en el antebrazo derecho que salió de un arma de bajo calibre, dijeron fuentes del caso. El resto zafó (milagrosamente) de los tiros y el herido fue trasladado al Hospital Español.
Un alto jefe policial confirmó a este diario que para los procedimientos en El Mercadito diseñan operativos especiales con “Infantería y Caballería”, aunque aportó un dato interesante: “Ya no hay enfrentamientos durante los allanamientos sino cuando nos estamos retirando. Disparan desde las casas, a todo lo que se mueva”.
Los límites de El Mercadito están definidos por las calles 122 y 115, de 520 a 514. Hace unos 40 años se radicaron las primeras familias y ahora son entre 3.500 y 4.000 las personas instaladas allí, muchas de las cuales son chicos.
La vulnerabilidad y el peligro conviven en ese predio lindero con el Mercado Regional, que se inunda cuando llueve un poco y en el que se planificó un Plan Federal que contemplaba la construcción de viviendas, un Salón de Usos Múltiples y Unidades Sanitarias que nunca fueron ejecutadas. Esto motivó la denuncia 4157/16, que tiene en la mira, entre otros, al ex ministro de Planificación Julio de Vido.
El impulsor de esta causa, Pablo Pérez está convencido de que el principal problema de la zona es que “el Estado está ausente. Vamos a poner 60 mil patrulleros, pero no lograremos nada”.
Cuentan los vecinos que la zona se vuelve “más picante” con la cercanía del Arroyo del Gato. Y que ellos pueden marcar con precisión de cartógrafo tres puestos de venta de droga, “por lo menos”.
Saben también por cuáles dos accesos regresan los ladrones al barrio “después de robar”, como saben por las noches que “con las explosiones de las motos empiezan los tiros”. Lo que no saben es qué relación tiene una cosa con otra, pero los vecinos que trabajan y padecen la inseguridad en carne propia no dudan en esconder a los chicos debajo de la cama.
“Ya es Fuerte Apache”, suma Pérez, “muchos jóvenes que viven en El Mercadito no pueden poner su dirección en el currículum porque no los toman”.
A ese estado permanente de miedo se le suma la falta de atención sanitaria, transporte y otros servicios. Hay dos líneas de colectivo que dejaron de circular por los márgenes del barrio por temor a los piedrazos (cambiaron el recorrido a la calle 116); la unidad sanitaria de 520 y 118 ya perdió un médico que renunció por los conflictos permanentes, las empresas de correo no ingresan y cada vez es más larga la lista de comercios que bajan las persianas por los delitos.
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