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Revista Domingo |RELACIONES EN VERANO

Irse de vacaciones en familia y no enloquecer en el intento

La temporada estival y los viajes hacia algún destino turístico pueden convertirse en una pesadilla si la pareja no está consolidada o si la convivencia familiar es un caos

Irse de vacaciones en familia y no enloquecer en el intento

Las vacaciones pueden ser un momento de felicidad y regocijo pero también -si los vínculos no están afianzados- una situación crítica /shutterstock

14 de Enero de 2018 | 05:21
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“En el momento de la pausa, el encuentro produce el choque entre lo que creíamos y lo que es”

Ya lo dijo Mark Twain: “He descubierto que no hay forma más segura de saber si amas u odias a alguien que hacer un viaje con él”. Exagerado o no, el gran narrador norteamericano no parecería estar muy errado si analizamos algo a lo que los especialistas en pareja y familia cada vez le prestan más atención: las vacaciones. ¿Momento de relax? ¿Etapa justa para desconectar y sintonizar mejor con el otro? Puede ser, pero muchos advierten que, de un tiempo a esta parte, lo que debería ser calma y felicidad suele convertirse en un momento de quiebre y ruptura para muchas parejas y familias con hijos. ¿Para tanto?

Irse de vacaciones en pareja o en familia implica, ante todo, poner en el bolso tres “factores de protección” que los expertos consideran fundamentales: el diálogo, la flexibilidad y la actitud positiva.

“En la temporada vacacional, la pareja comparte mucho tiempo, y es algo a lo que quizá no están acostumbrados. El trabajo de cada uno puede funcionar como un intervalo libre que hace aflojar la tensión producida al estar juntos. Hay un factor importante que durante esos días se pone de manifiesto: el desconocimiento. ¿Quién es ese otro con el cual comparto mi vida?”, explican desde la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

En sintonía con esta mirada, la psicóloga Analía Durarte, especialista en psicoanálisis de familia y pareja, sostiene que “generalmente se asocian las vacaciones al relax de pareja, cuando las consultas y la realidad nos dicen otra cosa: un veraneo en pareja o en familia puede ser el desencadenante de una crisis muy profunda”.

Según la especialista, para lograr llegar a una convivencia sana desde lo psíquico “lo más importante es recurrir a recursos que todos conocemos pero no siempre aplicamos: el diálogo, la complicidad, la ternura, el respeto mutuo, la confianza y la tolerancia. Negociar con la pareja no sólo es importante sino necesario. De lo contrario, los conflictos menores pueden derivar en crisis mayores”.

Si bien cada pareja es un mundo aparte, hay una serie de cuestiones que, inevitablemente, se juegan a la hora de vacacionar “de a dos” o en familia. Los que ya llevan un tiempo de relación, algo de experiencia tienen en esto de aprender a “disfrutar estando juntos”. Pero las parejas que están por reincidir o, mucho más aún, los que van a salir de viaje por primera vez, pueden llegar a encontrarse con una serie de conflictos que ni siquiera imaginaban.

Lo primero, apuntan los expertos, es tener muy en cuenta que el tiempo de vacaciones y, por lo tanto, el de la convivencia es muy distinto al tiempo habitual que se vive el resto del año. Y no es cuento: el hecho de convivir una semana, 15 días (o lo que dure el viaje) implica compartir un “tiempo y espacio” muy distinto al convencional. Incluso para los que ya conviven a lo largo de todo el año, la rutina habitual sufre un cambio importante. De la noche a la mañana, de hecho, pasamos a vernos con el otro de principio al fin del viaje y, salvo algunas pausas, vamos a estar las 24 horas del día juntos.

“Las vacaciones veraniegas suelen ser las más esperadas por muchas parejas por ser un espacio para relajarse, pero también se convierten en un período de revelaciones”, apunta Duyrarte, para quien el tiempo libre y más momentos para compartir “pueden servir como catalizadores para que afloren discordias”.

Si las relaciones de pareja son buenas, dicen quienes estudian el tema, al final del verano suelen ser mejores, pero, si son malas, las vacaciones pasan factura a muchas parejas que acaban en separaciones en el otoño o, incluso, en el mismo verano.

Para el psicólogo clínico especialista en temas de pareja Esteban Cañamares, por su parte, muchas parejas achacan sus problemas a la falta de tiempo, al estrés y al exceso de trabajo, y piensan que cuando llega el verano se van a limar asperezas, pero no se arreglan porque los problemas son profundos y lejos están de desaparecer con unos días frente al mar. Al contrario: esos días en la playa, si las cosas vienen mal barajadas, pueden ser la chispa que desate la explosión.

“Pasadas las vacaciones se produce desilusión y mayor deseo de separación -dice Cañamares-, porque las relaciones malas son peores en vacaciones”.

En los meses de verano se deciden el 33% de las separaciones, pero el verano es el 25% del año, asegura el psicólogo, quien advierte que no todo se acuerda en esos meses. Cañamares recuerda que durante las vacaciones “hay más roces, más enfados, más disputas por el poder en la pareja” y, pasadas las vacaciones, “se produce esa desilusión y ese mayor deseo de separación”.

Según la visión del especialista, las principales causas de las rupturas de las parejas estables son “la diferente evolución de sus componentes, porque las personas cambian y no necesitan tener quizá un marido tan autoritario o una mujer tan sumisa, por ejemplo”. Los reproches empiezan por “falta de afecto, de caricias o de relaciones sexuales y se acaba de percibir que cada uno va a lo suyo”, dice Cañamares. Por eso, sostiene, aunque aparentemente se discuta por temas banales, como la temperatura del aire acondicionado, “no es el problema, sino que hace tiempo que ese hombre o esa mujer, al que antes le encantaba que su pareja tomara las decisiones, ahora no”.

Más allá de los problemas habituales de convivencia durante el verano, coinciden los especialistas, también es moneda corriente en esta época que afloren discordias vinculadas a las luchas de poder entre los miembros de la pareja. “Aunque las personas se quieren, les cuesta tolerar el disenso, que el otro piense o sienta diferente. Por momentos viven como enemigos y esto, muchas veces, se remite a problemas de autoestima y confianza que no exteriorizamos o comunicamos”, dice la psicoanalista Durarte.

A su juicio, cuando no existen diferencias de fondo importante, las discusiones “se olvidan al día siguiente”, y las parejas consolidadas “salen reforzadas del veraneo porque hay más tiempo para hablar, para pasear, para estar juntos”.

La experta apunta además que si la pareja lleva ya muchos años de convivencia puede ocurrir que alguno o tal vez ambos hayan experimentado cambios fuertes en su personalidad que fueron pasando inadvertidos para el otro. “En el momento de la pausa y el descanso -explica-, ese encuentro produce el choque entre lo que creíamos y lo que es. ‘¡Vos antes no era así!’ puede ser la queja común en la pareja durante estos días”.

Psicólogos y abogados especialistas en divorcio aseguran que las vacaciones de verano dejan a su paso una hilera de discusiones y rupturas que se reflejan en los meses posteriores. Es más, según los abogados especialistas en derecho de familia uno de cada tres divorcios se produce después de las vacaciones.

Durarte asegura en esta línea que muchas parejas recurren a terapia durante los meses posteriores a las vacaciones de verano. “Una vez que se destapan los problemas es difícil negar que existe discordia en la pareja -dice-. Algunos optan por la decisión más radical, que es la separación. Otros prefieren buscar ayuda y reencaminar su relación, y esto es algo que se da sobre todo si hay chicos de por medio”.

Cañamares, en tanto, opina que para evitar que las vacaciones de verano se conviertan en un campo de batalla es necesario dedicarle tiempo a la relación el resto del año y no esperar situaciones mágicas o milagros durante el receso estival. “Hay que pasar más tiempo juntos, dialogar y conocerse -dice el experto-. Y algo importante es no hacer planes exagerados para el verano ni ponerle a esta época todas las expectativas como si fueran las últimas vacaciones de nuestras vidas, porque de ese modo lo único que vamos a obtener es un resabio de frustración y discordia”.

“Un veraneo en pareja o en familia puede ser el desencadenante de una crisis profunda”

 

 

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