“Tres anuncios por un crimen”: una espiral de violencia desata el infierno en el pueblo

McDonagh dosifica con maestría y mucho humor negro, a través un guión brillante y moralmente ambiguo, un drama denso

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Pedro Garay

“No es una de héroes contra villanos”, avisó Martin McDonagh, que en “Tres anuncios por un crimen” se aparta de los mensajes de esperanza que brotan del cine “progre” de Hollywood y brinda una visión del odio, la violencia y la “grieta” de la Estados Unidos profunda en tiempos de Trump (pero más allá de los tiempos de Trump) ácida, ambigua y amarga.

Ya desde el casting McDonagh, el director de “En Brujas” y “Siete psicópatas”, muestra su deuda al cine de los Coen: Frances McDormand, actriz oscarizada por “Fargo” y mujer de uno de los hermanos, es la fuerza de la naturaleza que lleva adelante una cinta que recupera algunas marcas de Joel y Ethan (ciertas superficies burbujeantes, ciertos diálogos chispeantes) pero que bajo el mando del cineasta inglés se vuelven voraces, implacables.

Retrato de una espiral de violencia sin aparente solución desde el microuniverso de un pueblito estadounidense al sur, la película comienza cuando tras la violación y muerte de su hija, una madre decide colocar los tres avisos del título al costado de la ruta pidiendo al comisario local la resolución del crimen y desatando un infierno grande en pueblo chico. Se trata de una historia donde la pérdida de una madre despierta un odio sin solución (en el universo de McDonagh no hay justicia posible) y que colisiona de frente con los resquemores, prejuicios y odios de un pueblo repleto de policías inescrupulosos y racistas, hombres golpeadores y borrachos e ignorancia.

McDonagh construye una tragedia griega donde los personajes actúan por reflejo, por reacción, y las acciones erráticas, potenciadas por el odio, de los seres humanos, no llevan a soluciones sino que engendran más violencia. El castigo del “ojo por ojo” ni siquiera suele recaer sobre los culpables, sino que arbitrariamente victimiza a testigos inocentes, toda una metáfora de lo que las políticas del odio y el revanchismo provocan.

McDonagh dosifica con maestría y mucho humor negro, a través un guión brillante, desternillante y moralmente ambiguo, un drama denso y duro de digerir, donde la falta de respuestas, de certidumbre, tensa a la audiencia tanto como a los pobladores que buscan sin sentido la justicia, y entrega una luz de esperanza en el comisario construido por Woody Harrelson (tan genial en su papel como Sam Rockwell, el policía racista por antonomasia), una hipótesis de potencial escape a ese callejón sin salida de la violencia. Pero, claro, McDonagh no está seguro que sus criaturas, tan humanas, puedan emerger de ese pantano de frustración constituido durante años, y por eso entrega un final abierto: que la espiral de la violencia (en Estados Unidos) tenga fin queda a disposición del espectador.

Con un guión conciso, abrumador de a pequeñas dosis, y un ritmo denso y envolvente como el calor del sur, “Tres anuncios por un crimen” se estrena en el momento perfecto, tras ganar el Globo de Oro a mejor drama y antes de perder el Óscar a mejor película para el que hoy aparece como favorito, pero que seguramente terminará yendo para “La forma del agua”, de Guillermo Del Toro, un canto de esperanza de los marginales y, encima, un homenaje al cine clásico, cóctel irresistible para la Academia.

EXCELENTE

 

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