Es necesario impedir los derroches de luz y agua en la vía pública

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Una vez más volvieron a sumarse en la Ciudad justificadas protestas por las columnas de alumbrado público que permanecen encendidas a lo largo del día y, por cuerda separada, reclamos por las pérdidas de agua en las redes domiciliarias que demoran en ser reparadas y que afectan en distintos barrios la presión necesaria para garantizar un normal suministro.

Tales deficiencias fueron reflejadas en la edición de ayer en sendas informaciones, en las que desde distintos sectores del casco urbano los vecinos pusieron de relieve esas anomalías en la prestación de los dos servicios.

Para el caso del alumbrado, se ha dicho que requiere de un mantenimiento continuo, especialmente a raíz de que se encuentra sometido al desgaste y a la incidencia cotidiana de múltiples factores, entre estos la fatiga de los materiales y las inclemencias meteorológicas.

En fecha reciente un informe revelaba que, en diferentes puntos del casco histórico y su periferia habían crecido los reclamos por problemas vinculados con las columnas de iluminación: focos faltantes, otros que nunca se apagan, y un resto que parecen manejarse al margen de cualquier parámetro fotovoltaico, iniciándose entonces un operativo de reparación de algo más de 250 columnas.

En el caso de las redes de agua domiciliaria, el problema de las pérdidas y, subsiguientemente, de la falta de presión en muchas zonas de nuestra ciudad se manifiesta a lo largo de los doce meses del año y deja traslucir, por consiguiente, la presencia de fallas estructurales en la red y la necesidad de que las autoridades responsables impulsen acciones tendientes a normalizar el servicio.

Si bien, como se ha dicho, las falencias apuntan a las frecuentes pérdidas del líquido, por roturas o deficiencias en las redes de distribución urbana, principalmente, esas fallas se ven agravadas porque las reparaciones que corresponden no se realizan de inmediato. Por lo general demoran mucho tiempo, con el consiguiente desaprovechamiento de un elemento cada vez más preciado para el normal desenvolvimiento de las actividades ciudadanas.

En consecuencia, se demanda de los entes responsables la máxima celeridad para resolver estos temas, no mediante parches o remedios de emergencia, sino a través de un programa de inversiones que elimine lo obsoleto y garantice el óptimo funcionamiento de los servicios.

Està claro que se habla de dos suministros esenciales para la calidad de vida de los habitantes. De allí que resulte especialmente negativo cualquier tipo de derroche en ambos suministros. Es imperioso, por consiguiente, que las empresas prestatarias le asignen a estos problemas la importancia que verdaderamente tienen y que se cumplan con las obligaciones mínimas que exige el debido mantenimiento de ambos servicios.

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