El inesperado protagonismo del hospital y la prisión, cuarteles de una campaña atípica

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La campaña electoral brasileña llega mañana sábado a su fin, tras más de un mes de embates y una estrategia comandada desde el hospital por el ultraderechista Jair Bolsonaro y desde la cárcel por Luiz Inácio Lula da Silva, quien ha guiado entre rejas todos los pasos de su ahijado político, Fernando Haddad.

La disputa por la Presidencia comenzó hace más de un mes con Lula como candidato pese a la prisión y líder en las encuestas con 40% de votos, pero concluirá sin el ex presidente en la contienda y con Bolsonaro al frente con 32% de intención de voto para la primera vuelta.

Desde la cárcel en Curitiba, donde está desde el 7 de abril, Lula (2003-2010) capitalizó la atención mediática en las primeras semanas de campaña y desde allí apuntaló a Haddad como su sucesor cuando fue inhabilitado. Le permitió entrar en el juego político, pero siguió calculando desde su celda cada detalle del cronograma del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), que ayudó a fundar en la década de 1980.

El traspaso del testigo de Lula a Haddad modificó las piezas del tablero y el PT perdió el liderazgo en los sondeos, que pasó a manos de Bolsonaro, protagonista de uno de los hechos más convulsos de la ya imprevisible campaña electoral.

El 6 de septiembre el líder ultraderechista fue apuñalado durante un acto de campaña en Minas Gerais y estuvo internado más de tres semanas. Desde el hospital, el candidato del Partido Social Liberal (PSL, ultraderecha) salió al paso de las críticas de sus adversarios y no dejó de crecer en las encuestas. El sábado pasado le dieron el alta, y se recluyó en su casa en Río de Janeiro, desde donde sigue liderando su campaña. (EFE)

 

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