Convencional pero interesante retrato del tenebroso Pablo Escobar

En “Loving Pablo”, de Fernando León Aranoa, el español Javier Bardem propone un soberbio abordaje al capo narco

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ALEJANDRO CASTAÑEDA
afcastab@gmail.com

LOVING PABLO, de Fernando León Aranoa.- Algo tiene este hombre, más allá de sus perversas facetas. Series, películas, documentales, todos lo han venido retratando con despareja calidad y hondura. Esta nueva experiencia del realizador León Aranoa y Javier Bardem (responsables de esa obra maestra que fue “Lunes al sol”) quizá no esté a la altura de aquel inolvidable antecedente, pero de cualquier manera es un trabajo serio, bien presentado, sin baches en su narración ni exagerado efectismo, un film convencional pero atractivo, que lamentablemente está hablado en inglés, pero que cuenta además con un soberbio trabajo del enorme Bardem, que aquí ofrece el acabado dibujo de un personaje siniestro que cargó contra todos para tratar de imponer una ley hecha con dólares y balazos.

En la primera parte está el Escobar servicial, el que ayuda a su barriada, a las entidades a los municipios, el del clientelismo arrollador y el paternalismo culposo. Verlo recorrer dos veces ese basural para asomarse a sus barrios de vivienda, es una alegoría que pinta el contraste entre la mugre y la esperanza. El film parte del libro de la periodista Virginia Vallejo, que fue amante de Pablo y que describe desde adentro, primero con asombro después con desesperación y pánico, el rostro cruel, cambiante y sinuoso de un hombre (“amo a Pablo, pero odio a Escobar”) que se ganó en mala ley el cariño de los sectores desfavorecidos y que hasta puso de rodillas a la democracia al ser elegido congresal y al poder utilizar su banca para cuestionar a quienes alguna vez lo usaron y ahora lo condenaban.

blanco testigo

La droga está allí, como la verdadera protagonista del drama. Es la que menos se ve y la que más se nota. La que impone sus reglas a una sociedad que a veces la consume, a veces la condena, a veces la aprovecha. Y siempre destruye. Pero tras ese comienzo descriptivo, lentamente hará su aparición el mafioso sangriento, el que hace justicia por mano propia, el que maneja con gran seguridad y mano dura al poder político, el que desafió el Estado, el que sólo parece enternecerse ante su familia, el zar que repartía drogas, plata y muerte con igual abundancia. Y allí otra vez la actuación de Bardem hará la diferencia: arrollador y cuidadoso al comienzo, grasiento y rumboso después, descarnado al final, sus ojos, su panza, su andar y sus tonos van marcando mejor que el relato en off (a veces innecesario por obvio) el verdadero turbio recorrido de un hombre -como dijo Bardem- implacable y sádico, al que la codicia, el poder y el dinero “lo fue convirtiendo en un monstruo”.

Aunque conocida y abordada desde diferentes lugares, la historia siempre atrapa. Fascina ver cómo desde el basural un tipo así llega a intimar con los mejores exponentes de la gran ciudad. El film deja ver las facilidades que da el sistema a estos señores del horror, pero también expone el costado más oscuro de un mundo que, bajo mil disfraces y con mejores modales, sigue traficando.

 

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