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UNA SERIE CANCHERA

“La Casa de Papel” es, ante todo, una serie muy canchera: este aspecto cool de su estética, de su uso de la música y de las tomas, es para muchos una postura fanfarrona y sin demasiado sustento, una mera copia de los éxitos del género “caper” del pasado.

Sus detractores señalan también los estereotipados conflictos humanos (básicamente, todos son profesionales hasta que se enamoran) y el carácter intercambiable de los “cancheros” antihéroes. Además, después de un inicio a pura acción, digno de “Prison Break” (de las temporadas malas, dirán algunos, donde se engañaba constantemente al espectador con falsos peligros -la “muerte” de Río en el primer episodio, por ejemplo- para generar sensación de vértigo), muta rápidamente en melodrama. Hasta volverse inverosímil: Luis Vitette Sellanes, autor del Robo al Banco Río, se quejó desde Twitter de que la inspectora dejara su puesto constantemente para coquetear.

Desprolijidades

Vitette señaló también algunos errores en la planificación, principalmente el hecho de que el volumen de dinero que imprimen los ladrones hubiera precisado de varios camiones para ser transportado. También disparó contra el carácter misógino de la serie, que insiste en desnudar y maltratar a sus mujeres. Además, la serie cabalga sobre una única idea original: no robarán sino que imprimirán su propio dinero. Pero de esa idea maestra el show se vuelve predecible, y sin sutileza: con la misma violencia y desprolijidad que termina ejecutándose un atraco supuestamente planificado al dedillo para no ser violento, ejecuta la serie de Netflix sus ideas.

 

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